Cuando se ven reunidas unas seiscientas personas de toda Asturias que desinteresadamente trabajan por los más olvidados se compensa el acíbar producido por noticias de fraudes, corrupciones y demás desafueros cometidos por quienes no pueden ver más allá del pico de su nariz. El jueves, en La Felguera, celebrando el día de Cáritas, entre esos centenares de personas también había un grupo de polesos que emplean su tiempo en intentar dibujar sonrisas en rostros atribulados. Tal vez no se sea consciente de que dar tiempo a favor de los demás es dar la vida; que no es más que el tiempo del que se dispone en este mundo. Y aunque existen otros ámbitos en los que personas con ética compasiva hacen patentes sus valores, este espacio es el que más exigencia tiene; porque requiere que se haga el ejercicio de empatía con el menesteroso, hacer con él camino, ver en la ayuda un resquicio de la justicia que la humanidad le niega e identificar sus debilidades con las que uno tiene. Mirando los rostros de aquellas denodadas personas no pude soslayar la frustración: La edad media superaba ampliamente los sesenta años. Dudé del futuro.