La Nueva España

La Nueva España

Contenido exclusivo para suscriptores digitales

Párroco de Tazones

La gracia de un pretexto

El comienzo de la visita pastoral del arzobispo de Oviedo a las parroquias de Villaviciosa

Desde Bedriñana, que es el balcón donde algunas veces me asomo a la ría de Villaviciosa, un rincón maravilloso de Asturias, tan guapo, que parece una parábola de la naturaleza hecha carne. Lo he contemplado muchas veces: aquí la naturaleza es arrogante, maravillosa, bella, elegante, es como una esquina del cuadro de la creación. Y me viene a la cabeza al redactar estas líneas aquel poema de Jorge Guillén: "El mundo está bien hecho", donde el poeta alude a la creación hecha por Dios, donde cuenta el libro del Génesis que todo era bueno. Y así lo canta el poeta:

"-¡Beato sillón! La casa / corrobora su presencia / con la vaga intermitencia / de su invocación en masa / a la memoria. No pasa / nada. Los ojos no ven / saben. El mundo está bien / hecho. El instante lo exalta / a marea, de tan alta, / de tan alta, sin vaivén.

Nadie duda de que la creación está bien hecha, pero esa no es toda la verdad, porque una cosa es lo que los ojos ven en la naturaleza y otra muy distinta lo que los ojos ven que hacemos los hombres en este viejo y pícaro mundo.

Ahora mis ojos ven, desde este balcón de Bedriñana, un mundo donde los hombres se apelotonan ante las puertas del santuario del dinero o del sexo, el alcohol o la droga, a nuestros pueblos sin gente, a rostros queridos sembrados de mediocridad y aburrimiento, a las relaciones de unos con otros, movidas con el combustible de la indiferencia, a padres que ya no transmiten la fe a sus hijos, a hijos abandonados a su suerte, a niños con el alma rota por los divorcios de sus padres, a manos sacerdotales que levantan al Señor entre bostezos, a jóvenes de ojos envejecidos y almas malgastadas, a viejos que temen a la muerte, pero al mismo tiempo pierden la vida, a bocas en las que el nombre de Dios se ha convertido en un "taco" o en una blasfemia, y por eso siento, sentimos, un cansancio, un gran cansancio gris, al contemplar este río inmenso de vidas vacías y desperdiciadas.

Pero aquí estamos unos pocos, sacerdotes, religiosos y laicos, niños, jóvenes y mayores. Nos sabemos poca cosa, pero queremos una vez más empujar con nuestros hombros esta nueva oportunidad de edificar la Iglesia, aunque nos veamos rodeados de claroscuros y de sombras. He aquí a esta terca Iglesia, una vez más, obstinada en levantar al mundo de su marasmo, decidida a hablar oportuna e inoportunamente, empeñada en seguir levantando las más ingenuas banderas: la de la paz, la de la esperanza, la del perdón, la de la fraternidad entre los hombres.

También en este viernes, el otoño nos besa con su buen tiempo, a esta tierra de Villaviciosa, a la ría, a los pueblos de los alrededores, a la gente, a pesar de que ya estamos en noviembre. Ahora mientras paseamos por el alma con la oración de Vísperas, queremos ser como aquellos empleados fieles del Evangelio, que llevaban las lámparas encendidas con la fe, la esperanza y el amor, esperando a que su Señor los encuentre trabajando. Estamos preparados. Vamos allá. Nos espera un trozo de aventura fraterna en nuestras parroquias de Villaviciosa. El pretexto ya lo conocemos todos: el arzobispo de Oviedo, don Jesús Sanz, viene a estar con nosotros una temporada, y a estirar nuestras almas. Y nos trae el pan de la gracia de Dios, como un hermano, para que descubramos la suerte que tenemos de ser cristianos.

Compartir el artículo

stats