Cada vez que oigo a alguien decir lo bien que lo pasaba de guaje jugando al cascayu -al contrario que los críos de hoy, que andan todo el día con el móvil y las pantallas- se me encogen las nalgas, no lo puedo evitar. A mi también me da rabia ese rollo zombi, pero no por comparación, sino porque creo que es insano. Sí me importa que los niños no jueguen, que no se desmadren un poco, que no se suban a los árboles (¿Quién sería hoy el insensato de permitir un riesgo así, a pesar de que, para un niño, es una de las experiencias más gloriosas?). Pero nada más. ¿El cascayu? ¿La rana? ¿Les chapes? Con todos mis respetos, me importan un carajo.

Por eso tampoco se me ocurriría nunca despotricar contra la otra cara de la moneda, el hecho de que importemos tradiciones que vienen, precisamente, de las pantallas. De lo que sale en la tele ( y que viene, en un 90 por ciento, de América). Halloween, por ejemplo. La gente tiene derecho a ilusionarse con una fiesta así. ¿Por qué no?

Si la alternativa a Halloween fuera subirse a los árboles yo estaría contra Halloween, pero esta fiesta no tiene alternativa. No es como Papá Noel y los Reyes. Halloween suma, no sustituye. Todos los Santos, lo del cementerio, es al día siguiente, y nadie va a estar de resaca ese día, porque Halloween, con todo el terror que aparenta, es una fiesta sanísima. Ves a gente por la calle con los disfraces puestos y ya está. Uno va con la máscara de Screen, otro con una calavera y una guadaña y otra vestida de vampiresa y pasean por la calle hablando de sus cosas. Ni siquiera bailan como en Carnaval. Tampoco beben ni nada, es salud en estado puro. Bueno, hay sustos y eso, y quizá sea malo para quienes padecen algún tipo de cardiopatía.

Después está el truco o trato, que es, más o menos, como el día de Reyes pero por etapas. Te lo curras para conseguir caramelos que no te vas a comer así dures cien años, disfrutas de la emoción de tener y de acumular y ahí queda la cosa. ¿Quién puede estar contra una tradición como esta, tan sobria, tan sana, tan inocua? Quizá los del cascayu.