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Los últimos druidas

Año de nieves, año de bienes

La bendición del agua

Por tierras aztecas seguía día a día el acontecer de la vida en mis Valles del Trubia y otros valles de la región. Allí no hay nieve si no es cuando cae sobre el Popocatepel, la cumbre-volcán más alta de Mesoamérica, con más de cinco mil metros de altitud, de una belleza incomparable cuando le sale una fumata y esparce cenizas por los alrededores. Allí supe de las nevadas que estaban cayendo sobre la Cordillera, de una parte y otra de sus picos y, cómo se quedaban aislados, una vez más los pueblos del Privilegio. Este cronista -cincuenta años de periodismo rural, lo contemplan- ha vivido nevadas intensas desde que era niño cuando todos los pueblos y aldeas de Teverga, Quirós y Somiedo quedaban incomunicadas por carretera y sin luz. Los tres pueblos del Privilegio y del Valle de Saliencia sabían que tenían que soportar el duro invierno y hacían acopio de alimentos para varios meses y de manera estoica y sin contemplaciones así lo asumían. No había quitanieves ni helicópteros y la solidaridad vecinal era una bella realidad entre todos ellos. Llevan dos años quejándose las gentes de la falta de lluvia para los pastizales de los puertos y las praderías. Pues nada, que llegó la bendita nieve y tenemos reservas de agua para el resto del año. Solo ha sido un sofocón de unos días, sin mayores problemas que podrían evitarse con la construcción de dos viseras en el desfiladero de Covarrubia. Eso es todo.

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