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Crítica / Arte

Desestabilizar lo pictórico

Resulta evidente que para la pintura moderna el cuadro se ha convertido en una superficie con muchas limitaciones para experimentar y liberarse de los marcos físicos que acotan lo pictórico, una especie de ventana en la que mirar un mundo pasado, entre la repetición y la tradición, entre los convencional y lo confortable.

Pero desde hace décadas los artistas han ido superando los límites y conquistando desde lo pictórico el espacio arquitectónico, en una revuelta que tanto se ha aproximado a la fotografía, al video o la formas escultóricas. "Categorías" decía en 1979 Rosalind Krauss "como la escultura o la pintura han sido amasadas y retorcidas en una extraña demostración de elasticidad, revelando la forma en que un término cultural puede expandirse para hacer referencia a cualquier cosa".

En estos desbordamientos participa Carmen González (Salamanca,1973), consiguiendo los mejores resultados con los excesos pictóricos, como sucedió con el mural "Flood", instalación de diez metros de largo por tres de alto realizado con material gráfico encontrado en las calles de Seúl y en la que se mezcla el dibujo con posters, cupones de descuento, mapas, horarios de transporte, invitaciones y propaganda.

"The Wall of Invertebrate Flowers" fue otra instalación de grandes dimensiones (18 metros de largo por 4 de alto) realizada, también, en Seúl, en la que más de mil flores de papel, de diferentes tamaños y colores, se dispersan por los muros de una estancia pentagonal, pero al acercarse a cada una de esas flores, el espectador percibía que los pétalos eran piernas de mujer. En "Invertebrados" realiza una instalación de dibujos sobre papel que colonizan el espacio permanente de Arte Experimental de la Universidad de Salamanca.

Su nueva propuesta sigue removiendo la pintura, expandiéndola, invocando lo escultórico, y como en la obra "Painting/Sculpture" (1967) de Art&Language se derriban jerarquías y se confunden formas. Sus papeles pintados por ambas caras que dobla sobre sí mismos potencian lo geométrico y sugieren formas orgánicas, diferentes acumulaciones que modifican el espacio. Estas mínimas y humildes unidades funcionan agrupadas en una socialización cromática, favoreciendo que conceptos como lo igual y lo diferente logren convivir en ordenadas composiciones.

La reiteración de piezas, los fuertes cromatismos, el anhelo de la belleza, la conexión entre las formas geométricas, confluyen en un cierto equilibrio entre lo decorativo y la desestabilización de lo pictórico. El carácter efímero de la instalación contribuye a derretir el paisaje doméstico y domesticado de la pintura, y el color revistiendo ambas caras del papel convertido en objeto se desprende de la entonación lírica de los cuadros de pétalos y hojas, densos, barrocos y trenzados por la tradición.

Aunque no se prodiga excesivamente en el circuito expositivo asturiano, Carmen González se ha convertido en una artista singular que continúa avanzando en la investigación de lo pictórico, la cerámica, el muralismo y lo femenino, en los soportes y los procesos, en las condiciones y los formatos, manteniendo el gesto y la evocación, y una aguda capacidad de transmitir sensaciones.

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