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Párroco de Les Mariñes

Lista de alegrías

El refuerzo de la visita pastoral del Arzobispo a Villaviciosa

Primero. Una comprobación elemental: aquí ha pasado algo. En estos meses, de noviembre a abril, el arzobispo don Jesús Sanz, los sacerdotes y las comunidades parroquiales, juntos, hemos recorrido una pequeña aventura en nuestro arciprestazgo de Villaviciosa. No ha sido como pasarle el plumero a los muebles de la casa para quitarles el polvo. Nos gustaría que esta visita pastoral sirviera para hacer un surco más ancho y más hondo en la tarea de evangelizar.

Segundo. Un surco que no cicatrizará tan fácilmente. Seguirá abierto, para no abandonar nuestro trabajo de siempre, pero esperanzados en el futuro que viene, y que será distinto a lo que hemos conocido hasta ahora. Nos gustaría renovar nuestro modo de evangelizar, pero siendo fieles. No es que cambiemos de Evangelio, sino que vamos a quitar los miedos, a trabajar más en equipo y a contar con los seglares, porque ellos también son la Iglesia, no son comparsas.

Tercero. Fidelidad, sí, pero sin inmovilismo. Fidelidad, pero en movimiento. Alguien preguntaba qué pasaría después de la visita pastoral. Y un cura se acercó a la ventana, la abría y extendía el brazo y decía: "Aire fresco para nuestras comunidades parroquiales". Y es que la fidelidad no puede ser una butaca para echar la siesta, sino un trampolín para dar "un salto adelante", con el que todos soñamos.

Cuarto. Todos juntos, el arzobispo, los sacerdotes, las comunidades, hemos querido mirarnos al espejo del Evangelio, porque ese espejo no disminuye la luz en la parroquia, la aumenta, reflejándola. Y por eso la visita no ha sido un tema, sino un estilo, un tono, un nuevo modo de mirar todos juntos, curas y seglares, con esperanza, a ese futuro que se nos confía.

Quinto. Esta visita pastoral ha creado más esperanzas de las que había cuando comenzamos. No ha sido una visita "saciadora", como puede ser para los niños los regalos de su cumpleaños. Al contrario, nos quedan muchos desafíos por cumplir, por eso hay que alimentar la confianza en Dios, la fraternidad entre los sacerdotes y el coraje para no desanimarnos ante este futuro que se acerca.

¿Y los frutos? Ya tenemos algunos en la mano. Más fraternidad, las ganas de trabajar juntos, más ilusión por seguir evangelizando, más acercamiento entre seglares y sacerdotes. Los otros, los grandes, los definitivos, siguen estando en las manos de Dios, que guía la historia de nuestra Iglesia diocesana.

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