La Nueva España

La Nueva España

Contenido exclusivo para suscriptores digitales

El termómetro

Extraña nostalgia

Sobre la costumbre de echar la vista atrás y el trato al asturiano

Últimamente no hago más que ver artículos, grupos de Facebook, aniversarios o reuniones de viejas glorias en los que alguien echa la vista atrás con encendida emoción, con cariño, con nostalgia, con veneración y respeto por las cosas y la gente de antes, y me pregunto por qué yo no siento lo mismo.

En más de una ocasión me he intentado poner nostálgico, utilizar a cascoporro el pretérito imperfecto (íbamos, andábamos, jugábamos), recuperar algo de la magia de aquellos maravillosos años en los que tenía menos responsabilidades y más pelo, en los que jugaba al baloncesto, salía muchísimo por la noche y daba conciertos de rock (ahí van cuatro pretéritos), y no hay manera de que me salga.

Y no sé si es bueno o malo no sentir ni un ápice de nostalgia por las cosas de antes. Echo de menos, obviamente, a la gente que no está, pero, más allá de eso, no me importa mucho que hayan cambiado las costumbres y todas esas cosas, ni que los niños ya no jueguen a lo que jugaba yo.

Sí me fastidia, en cambio -lo que son las cosas-, esa pérdida tan natural que está experimentando en mi entorno el asturiano. Padres y madres que te hablan a ti en asturiano y, a renglón seguido, se dirigen a sus hijos en castellano, a veces incluso en un castellano de mentira ("¿te mancaste?"). Es curioso que a la mayoría de la gente no le importe que se pierda esa forma única e irrepetible de representar el mundo y sienta nostalgia por un bar, una carnicería, un prau del Carmín o el "churro media-manga manga-entera".

Compartir el artículo

stats