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La dignidad del doctor Taufik

El drama de los refugiados, ejemplificado en el caso de un médico sirio que residió en Lugones

Conocí al Dr. Taufik en una consulta del HUCA. Debido a las circunstancias había tenido que realizar un largo desplazamiento en busca de alivio para sus dolencias cardiacas. Oviedo fue su destino porque aquí había estudiado Medicina y tenía doble nacionalidad. La intervención a la que se acababa de someter no había conseguido su objetivo y, con 69 años, su estado de salud era malo, por no decir dramático.

Antes de analizar las opciones terapéuticas que teníamos me contó su situación en España. Compartía con su hija, su yerno y dos nietos una única habitación de alquiler en Lugones, que le llevaba buena parte del poco dinero que aún le quedaba. Me dijo que los niños ya estaban escolarizados en la enseñanza pública, en un colegio de esta localidad sierense, y que recibían ayuda alimentaria. Sus visitas constantes a los servicios sociales hacían previsible que, como español, consiguiese la renta básica. Como contrapartida no podrían conseguir ningún tipo de ayuda para refugiados.

Continuó diciendo que vivía en Alepo, donde había alcanzado una situación económica desahogada dirigiendo su propia clínica traumatológica. Entonces llegó la guerra y comenzaron sus desdichas. Fallecida su mujer por enfermedad, perdió su clínica y todas sus propiedades inmobiliarias. Para colmo, su enfermedad coronaria volvía a darle problemas. En ocasiones anteriores había acudido a Jordania en busca de ayuda. Pero ahora, en su situación? Con los ahorros que le quedaban sacó cinco billetes para venir a Oviedo y escapar del conflicto con su familia. Además, era consciente de que la sanidad pública española no le iba a dar la espalda como le había ocurrido en otros lugares.

No se quejaba. En su narración dominaba la dignidad y su mirada parecía estar siempre en Alepo, donde algún día recuperaría lo que había conseguido.

En esos momentos le intentamos convencer de que su maltrecho corazón necesitaba la implantación de un desfibrilador por el alto riesgo de arritmias graves. Se negó pensando que sería una dificultad añadida para el viaje de regreso.

Y se fue a Alepo. Decía que ahora, con el conflicto estabilizado y con la ayuda de un hermano comerciante, recuperaría su estatus. Desconozco lo que pasó desde su partida. Hace unos días un aviso telefónico de su familia en la secretaría de cardiología nos advirtió de que Muhammad Taufik había fallecido. Espero que súbitamente, su dignidad no merecía más sufrimiento.

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