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Ideas para no ser un pringado

A propósito de la charla "No hagas lo que yo. Reflexiones de un mal estudiante"

Muchas veces se puede aprender a la inversa. Uno puede fijarse en los errores de otras personas para no cometerlos. Con esta filosofía, impartí ayer una charla en el instituto Río Nora de la Pola del que fui alumno, titulada "No hagas lo que yo. Reflexiones de un mal estudiante", destinada a alumnos de 15 años, y cuyo contenido paso a resumir.

El interés es casi siempre más importante que la capacidad. Aunque esta última condiciona mucho el aprendizaje la energía que aporta el interés multiplica siempre el rendimiento. Mi problema con los estudios fue siempre de interés, más que de energía o capacidad.

Hoy hay un problema añadido con la atención. Las nuevas tecnologías son invasivas. A las redes sociales les importa el tráfico, no los contenidos. De ahí que haya contenido tan cutre y facilón. Cada vez que estás con un dispositivo hay alguien que trata de beneficiarse de tu atención. Por eso es importante, en primer lugar, buscar a propósito contenidos que te enriquezcan (algo complicado precisamente por esa llamada constante de lo fácil) y por otra parte, resulta imprescindible desconectarse, aunque sea un poco tiempo al día, para estar libres de distracciones y trabajando en la habilidad que queramos desarrollar (ya sea los estudios, aprender karate o tocar un instrumento).

Es bueno que sepas lo que quieres ser de mayor, pero también lo es saber qué no quieres ser. Hay algo que nadie quiere ser: un pringado. Pero ser un pringado no es lo mismo a los 15 años que a los 30. En la adolescencia, un pringado es el que se equivoca, el que cae, el que comete torpezas, incluso según para quien, el que se sacrifica mientras los demás están de fiesta. En la edad adulta, en cambio, un pringado es alguien que se dedica a lo que no le gusta porque no tiene otro remedio, porque no ha conseguido reunir los recursos para dedicarse a un trabajo más gratificante. Cuanto menos formado estés, más pringado serás, porque no aportarás valor, serás intercambiable. En conclusión, para no ser un pringado de mayor, hay que ser un poco pringado -siquiera a tiempo parcial- en los años de adolescencia y juventud, que por otra parte son los más fructíferos, si uno quiere, para aprender una habilidad tras otra.

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