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A contracorriente

Mujeres poderosas de Felechosa

La tradicional elaboración de los productos de la matanza y el panchón

El concejo de Aller tiene en sus tradiciones seculares la razón de ser. Esas historias atávicas que reflejan fehacientemente esos modos de vida, el carácter de sus habitantes, los modos de comportarse, los lazos de unión con la tierra y las costumbres cotidianas marcadas por el fuego sempiterno de años de esfuerzo y presencia.

Y en este juego de su genealogía, las mujeres de este concejo, especialmente las de Felechosa, llevan en sus relatos la crónica de una vida sujeta al mundo rural con sus cometidos, sus sacrificios y su sabiduría secular. Y aprovechando ese rito de la matanza del cerdo, actualmente en desuso por cuestiones sanitarias, se elevan en su estima de amor por lo doméstico y se deslizan por esa rampa de colectividad y lo puramente íntimo. Y comienzan la danza de la realidad social y los encuentros afectivos siempre en busca de mantener las raíces intrínsecas referidas a temas del llar familiar. Y así se ponen manos a la obra para elaborar en estos días fríos, húmedos y casi níveos ese postre antañón y cargado de pasión local como es el panchón, un dulce intenso y proteínico donde la harina de escanda, la mantequilla y el azúcar, tras un proceso complejo de siete horas de cocción, tiene el protagonismo otoñal, amén de unas estilosas manos para heñir y amasar ese producto con la técnica y el estilo adecuados para que resulte perfecto de acción, sabor y textura.

Y en este contexto de ánimo y fervor popular allí están en el universo del llar común esas mujeres poderosas que con su protohistoria de pasión y entusiasmo se vuelcan sin pedir nada a cambio para seguir con ese afán tradicional y de leyenda en busca de afanes imposibles. Ellas son Teresa, Josefa, María, Lupe, Lucinda, Mary, Maruja, Mari Luz y Mari Paz, hacedoras de voluntades y siempre animadas para que las consejas, los usos y esas costumbres de otro tiempo sigan presentes como historia viva de un pasado que dejó huella y calidad. Y por algo Aller y sus pueblos cuentan con ese marchamo de creencias vetustas, una forma de revitalizar ese pasado para llegar al presente con categoría inveterada.

Esas mujeres de Felechosa son quizás el reclamo necesario para devolver a este concejo de linaje y manantiales esa base histórica de la que siempre hizo gala y que con los tiempos presentes se está intentando dejar a un lado por poco interés popular. Bien por ese gineceo común que trabaja en su llar doméstico en el apoyo de tradiciones, folklore y sobre todo en rescatar del viejo arcón de la memoria esas recetas que un día hicieron de Aller un alfoz óptimo y notable en esa concepción de la culinaria rural en su esencia. El panchón de estos días resultó selecto y sabroso y los productos de la matanza en sus variedades, un agradable paseo por los paladares más exigentes. Las mujeres de Felechosa, toda una marca femenina, quieren, a su manera, reivindicar su posición en el ámbito del concejo y estos días con sus aportaciones de sabiduría gastronómica están escribiendo sus particulares páginas en ese libro de la realidad y el afecto.

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