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Dando la lata

Superstición

Camisetas, corbatas y calcetines de la suerte

No soy supersticioso. Para nada. Pero desde hace 18 años viajo siempre con la misma camiseta. La camiseta de la suerte. Desde que forma parte de mi equipaje, ni un vuelo cancelado, ni una reserva traspapelada, ni una maleta desaparecida, ni un plantón en el aeropuerto, ni una avería, nada. Siempre como la seda. Y, lo sé, nada tiene que ver con la camiseta pero, por si las moscas, se viene conmigo. Y eso que no soy supersticioso. Pero es que ante la duda, a la maleta, no vaya a ser que desatemos el mal fario. Total, ocupa poco y no es mal recurso cuando el resto de la ropa pide jabón a gritos. Y si, además, por el motivo que sea, mantiene a raya a la desgracia, por qué dejarla olvidada en el cajón. Y he descubierto que si a la hora de acostarme tiro los calcetines en el suelo junto a la cama, en vez de en el tambor de la lavadora, aseguro que no sonará el teléfono durante toda la noche, evitando esas llamadas de madrugada que nunca anuncian algo bueno. Santo remedio.

Es como si el destino se diera cuenta de que duermes en estado de alerta, listo para saltar de la cama y vestirte en cuestión de segundos, y te deja en paz. Porque el destino es así de puñetero. Y aunque no soy supersticioso, para qué andar provocando. Los calcetines junto a la cama y a dormir a pata suelta. Como las corbatas de los juicios. Porque hay corbatas y corbatas. Y las hay que funcionan estupendamente en los juicios, como también las hay que, como te la pongas, palmas fijo. Y no es cuestión de superstición pero si con la azul y verde te lo llevas de calle, para qué arriesgar con esa malva tan fina, que cada vez que la pones te atizan detrás de las orejas. Esa, para otras ocasiones. Que no digo yo que lo de ganar o perder juicios sea cosa del color de la corbata, pero, en fin, pudiendo elegir... Pero, vamos, háganme caso y no se dejen influir por las supersticiones, porque carecen de fundamento y van en contra de los más básicos principios racionales. Pasa como con las meigas.

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