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A mi aire

Envidiosos y maledicentes

Dos de los deportes nacionales son la crítica por la espalda y los comportamientos hipócritas

Sabido resulta que en nuestro país -de momento entero- existen dos aficiones que priman sobre el resto con amplia diferencia, cuales son el fútbol y la envidia.

Esta última cada vez está más extendida, ganando adeptos por doquier.

No deja de ser curioso que "personajillos" que en pura teoría en alguno de los casos deberían demostrar reconocimientos, o instalarse en la prudencia, se lían en plan bocachanclas a repartir palos, o insidias sin más.

Todo consecuencia de la insana envidia, resultando el deporte rey entre los españoles.

Cualquier persona que destaque en la actividad que sea, aunque vaya simplemente a lo suyo, despreocupándose del resto, siempre va a tener agazapados detrás de el a los profesionales de la maledicencia y la envidia, con sus comentarios corrosivos, que dejarán caer a lo suave, pero denigratorios y mordaces.

Todo ello pretendiendo minimizar el éxito, o logros de las personas a los que van dirigidos, e incluso los bautizan con motes grotescos, para completar su ruindad.

Curiosamente, esta fauna practica la hipocresía más repelente, con abrazos, palmaditas y elogios, pero en cuanto se dan la vuelta llegan las críticas ácidas. Buen retrato de su catadura y doble moral.

Creo que no hace falta citar ejemplos, sobre todo en lugares donde de un modo u otro todo el mundo se conoce, aunque sea de vista, amén de la pata que cada cual cojea, y si por lo que sea, a alguno de los envidiados las cosas se le tuercen, resulta visible la alegría de estos personajes nefastos y envidiosos.

Parece lógico el decir que cada cual debería tener bastante con sus problemas, dejando de estar pendiente del prójimo, pero la fauna citada necesita a diario babear para descargar sus frustraciones, intentando llevar descrédito o maledicencia hacia personas que entienden les superan.

Son "bichos" resistentes a los plaguicidas al uso, e incluso a cualquier tipo de exorcismo, dado que su enfermedad resulta incurable, no dejando de ser unos pobres desgraciados que nunca podrán ser felices por mucho que posean, además de estar catalogados por todo su entorno, prevención incluida, pues les sirve casi todo. Vivirán permanentemente infelices y amargados.

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