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Relatos de estío

El juego del ahorcado

Primer premio del XI Concurso de microrrelatos mineros "Manuel Nevado Madrid" de la Fundación Juan Muñiz Zapico

Papá no para de repetir que esto es el fin. Apenas tiene ganas de jugar. Habla con mamá de cierres, reajustes y expedientes de regulación. Después mira la cazuela de patatas que hierven en la cocina económica (del carbón que saca de la mina) y se le hunden los hombros tanto que no sé si preguntarle si quiere echar una partida de cartas. Igual prefiere dibujar uno de esos leones que le salen tan bien. Lleva los dedos tan negros que no necesita lapiceros. Y menos mal, porque yo reutilizo las sobras y la señorita me regalo material porque no hay euros para comprar en las tiendas. Pruebo con una hoja de periódico , de las que recoge mamá alrededor de los contenedores y extiende en el suelo después de fregar. Me extraña mucho que papá coja un bolígrafo. "¿Sabes como se juega al ahorcado?" -pregunta. Mamá se enfada con él. "¡Pero qué cosas le enseñas al niño!". Papá dice que ya es hora de que aprenda. Coloca palabras como capataz, desempleo, desahucio y conforme no acierto con las vocales y consonantes, va desmembrando mi cuerpo bajo la soga, hasta que se me quedan los pies en el aire. Pierdo no sé cuantas veces seguidas antes de que me pase la mano por la cabeza y diga algo así como que lo siente mucho. Todavía falta tiempo para la cena. Marcha a tomar aire para que no lo vea llorar. Lo hace todos los días así que mamá no dice nada. Yo sé que mientras está picando carbón los pulmones se le llenan de polvo envenenado, nos lo cuenta la señorita en clase. Recojo las hojas de periódico para que mamá las reutilice para encender el carbón por la mañana. Ella pasa las patatas por el pasapurés. Suena el timbre y corro a abrir la puerta. Un señor le dice a mamá algo de papá. Dice abajo, en el árbol. Corro a mi habitación y, desde la ventana veo a papá colgado, con los pies en el aire. ¡Qué idiota! Si tenía ganas de probar la horca no debía haber hecho trampas con las partidas. Mamá no opina lo mismo. Dice que qué va a ser de nosotros ahora, sin mina, sin papá, sin dinero. Repite que es el fin. Le paso los dedos por el cuello y le digo que mejor jugamos a otra cosa.

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