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Desde la Meseta

Prehistoria

La evolución desde las antiguas máquinas de escribir hasta el teclado de los ordenadores

O vieja historia antigua. Me hizo gracia la utilización de esta palabra, sobre todo cuando me tropecé con viejas máquinas de escribir, con la que alguna me tocó aprender a escribir.

A mis 14 años, verano en el que fui a clase de mecanografía, creo recordar que la marca de la máquina era "YOST". Los tipos de letra mojaban previamente en un tampón de tinta que había que recargar cada equis tiempo. Ahí es cuando se habla de prehistoria y añaden "de la informática".

Después manejé una Underwood, de aquellas clásicas negras, de buen peso y duración, ya con cinta que corría de un lado para otro y de dos colores -que su mitad solía ser negra o azul y roja la parte inferior-. Dicha máquina aún persiste. Digamos que es incombustible.

En mi primer trabajo ya me tocó escribir con la "Lexicon-80", de Olivetti, con dos modelos de carro, normal y grande, según tamaño del papel, que entonces y en los años 60 del pasado siglo, invadió el mercado de oficinas y despachos.

Sin embargo, cuando entré en 1965 en el Banco de Langreo, pusieron a mi disposición una Underwood eléctrica, modelo "Rafael", de espacios compensados. Es decir, la "i" latina usaba medio espacio y una "m" tres medios espacios. La cinta era de un solo paso -usar y tirar-, de plástico. Ya difería mucho de aquella "Underwood" que aún pervive.

Al cabo del tiempo y mucho más adelante, después de haber comprado para mi uso una máquina portátil, marca Adler, manual y alemana y, más adelante, caprichosamente adquirí con facilidades otra Adler eléctrica de cabeza giratoria, si también con cinta de plástico y de un solo uso igualmente que aun tengo en mi poder y que no se qué hacer con ella. Ya es historia todo ello y no sé si llegaré a verla como prehistoria por lo que viene empujando después informáticamente.

Porque pienso que yo ya empiezo a ser casi prehistórico.

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