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Velando el fuego

La lana de la paciencia

La necesidad de ser perseverante y de pedir resultados a largo y no a corto plazo

En alguna ocasión me he referido a los inconvenientes que tiene el rodar a toda velocidad por las carreteras: "Una de las grandes desventajas de las prisas es que llevan demasiado tiempo: Chesterton". Y, por el contrario, a veces he alabado las ventajas de esa virtud franciscana que es la paciencia, superior, en muchos casos, al talento cuando de conseguir cosas o de realizar descubrimientos se trata.

Esta pequeña reflexión viene al hilo de mi experiencia dominical, que duró apenas un par de horas, durante el encuentro de fútbol celebrado la semana anterior en Noreña, entre el equipo de esa tierra, el Condal, y el mío y también el de muchos de ustedes como aficionados del UP de Langreo. Cuando casi no se ha abierto aún el paquete de partidos que contiene la liga de tercera división (nos encontramos tan sólo en la segunda jornada), ya suenan algunas voces pesimistas en torno al futuro de esta temporada para nuestro club; y todo porque en el citado encuentro se perdió por la mínima, sin que, por cierto, hubiera sido injusto un empate entre ambos contendientes. Como muestra de esas quejas a destiempo, de esos desgarros a flor de campo, según los guarismos que lucían en el marcador, cito la frase, más o menos literal, de uno de los allí presentes, por cierto, persona docta en la materia y que, por eso mismo, tendría que conocer mejor el cauce por el que discurren estas aguas aún sin tiempo para su necesaria cocción: "Con este equipo no quedamos entre los cuatro primeros" (ya saben, los puestos que dan acceso directo a la liguilla de ascenso).

Además de las naturales zozobras de todo tipo que alimentan el espectáculo futbolístico, sobre todo por lo que al plano financiero se refiere, existe, en nuestro caso, una visión deformada que consiste en aplicar a la actualidad una lente que, con el paso del tiempo, ha perdido muchas de sus propiedades. Hace ya muchos años que el cinturón langreano del que formamos parte se encuentra sumergido en una crisis de amplias repercusiones, tanto en lo económico como en lo social que, como es lógico, se traslada también hasta las gradas de nuestro estadio. Vale que recordemos épocas mejores, cuando el UP de Langreo militaba en segunda división y se codeaba con escuadras de mayor fuste, consiguiendo, en algunos casos, resultados exitosos ante otros equipos de superior categoría; pero nada de eso puede servir como telón de fondo para amparar una realidad que no guarda ningún parecido con la de entonces: la crisis actual del sector minero y del siderometalúrgico, entre otras amputaciones que sufrimos día a día, así como el correspondiente descenso de un tercio de la población dan buena cuenta de ello.

Tengamos, pues, presente, que no siempre se llega antes por pisar el acelerador, aunque sea a fondo, y que construir futuro consiste en tejer la lana de la paciencia con firmeza pero también sin prisas. Y, sobre todo, desprenderse del velo de la nostalgia, que si bien sirve para acordarnos de lo que fuimos, es, sobre todo, una atalaya privilegiada para observar lo que somos ahora. Pero sin que nos cieguen las luces de antaño. A fin de cuentas, la nostalgia tiende a embellecer lo perdido, y, por tanto, tiene el peligro de ocultar el bosque de la realidad. Que por lo que se refiere a la nuestra, no presenta, precisamente, un espesor considerable. Más bien, en su caso, todo lo contrario.

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