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Dando la lata

Ni un tonto más

El peligro de los estúpidos es que ignoran que lo son

Dice mi amigo Mundo que en este país no cabe un tonto más. Una expresión que produce sentimientos encontrados: por una parte, te da la risa porque así dicho suena gracioso; por la otra, tras una breve reflexión, sientes impotencia y tristeza ante una afirmación rotundamente cierta.

Hombre, desconozco si hay sitio para más o no pero qué duda cabe de que hay muchos, muchísimos, muchisísisimos. Ingentes legiones de tontos que, además, como sucede con los tontos, no son conscientes de que lo son. Pero lo son. Vaya si lo son. Porque en esta delicada materia nos encontramos con la dificultad de que el sujeto en cuestión, el tonto, no sabe que lo es. Es más, con demasiada frecuencia está convencido de lo contrario. Un tonto que se considera listo. Lo más peligroso que existe. Y multiplicado por varios miles o millones, un arma con una capacidad de destrucción casi infinita.

El que es calvo lo sabe. No tiene más que mirarse en el espejo o pasarse la mano por la cocorota. Y no se dan los calvos que se creen melenudos; tan sólo los que pretenden disimularlo con mayor o menor éxito. Ni los retacos se ven altísimos. Puede haber algún y alguna gordinflas que se nieguen a reconocer su michelínica realidad, pero acaban rendidos a la evidencia de las tallas de la ropa.

Y es absurdo andar por ahí notificando al personal lo que ya sabe: que está alopécico perdido, que de las orejas le cuelgan matorrales, que son larguiruchos, chaparros, cabezones, cabecines, dentudos, desdentados, morrudos, barrigones, culibajos? Y, por regla general, el que ocupa el tiempo informando al prójimo, a modo de burla, de sus características físicas, de las que obviamente es conocedor, es tonto. Pero tonto, tonto. Tonto a las tres. Tonto del culo. Tonto con toda la cuerda dada. Pero no lo sabe porque nadie se lo ha dicho. O si se lo dijeron, no lo entendió, que también suele pasar. Y le echo un vistazo al panorama general, subo y bajo por la lista de canales de televisión, muevo la rosca del dial de la radio, paso las hojas de los periódicos, veo, oigo, leo y no puedo hacer otra cosa que confirmar las palabras de mi amigo Mundo.

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