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A contracorriente

Madrid siempre

Una ciudad que ofrece múltiples alternativas culturales y gastronómicas

Generalmente todos tenemos una ciudad preferida sea cual fuera el motivo para indicarla como emocionante, animada, familiar o monumental? Y de todas las urbes del mundo que conozco me quedo con Madrid? Una población que disfruté durante varios años y siempre que puedo, bien por cuestiones profesionales o de ocio, me acerco unos días para recorrerla con la tranquilidad del paseante y el interés del ilustrado porque la Villa y Corte española nunca deja de sorprenderte por mucho que la conozcas.

Y es que Madrid es una ciudad para compartir entre todos sus residentes y sus visitantes, una ciudad de todos y para todos, una ciudad que implica al viajero a desearla, una ciudad próxima y cálida, una ciudad para el paseo, una ciudad para disfrutarla en cualquier época del año y en definitiva una ciudad amistosa que siempre se está descubriendo. Es mi visión acerca de una capital cargada de razón de ser, una urbe llena de contrastes y fascinación, una metrópoli construida para la medida humana donde su extensión urbana no impide abarcarla bastante bien y vivirla en sus cuatro esquinas y una villa con el resplandor y la lucidez de sus años de historia perfectamente reflejada en sus destacados inmuebles monumentales, en sus avenidas, en sus recoletos barrios, sus calles estrechas del viejo burgo, sus plazas y en esos rincones con secretos que enganchan a cualquiera que se deje perder por este centro administrativo y de poder. Y si tengo que escoger un lugar de encuentro y satisfacción me quedo con la Plaza de Santa Ana y su entorno, lugar sentimental de acomodo, teatros de altura, cervecerías castizas, cafés musicales, hoteles en movimiento, tabernas con sabor, librerías de viejo, edificios notables y novedades abiertas a todos. Y en este rincón del Madrid de siempre se encuentra la cervecería alemana un local emblemático donde elaboran una de las ensaladillas rusas mejores de la capital y echan la caña de cerveza como mandan los cánones de la excelente hostelería local. Y Sabino un profesional de la barra y el servicio es un asturiano de Luarca que maneja las artes del camarero como pocos y oferta ánimo y sentido para que el cliente se sienta como en su casa. Toda una garantía. Y vivir Madrid es ahondar y callejear por esas zonas tan pintorescas como Chamberí, Cuatro Caminos, Malasaña, la zona de los Austrias, Lavapiés, el rastro, la plaza de Olavide o Rosales? espacios agarrados a la visita frecuente y a las sensaciones recordatorias. Y es que Madrid es una ciudad cosmopolita con la pasión por montera y los churros matinales por deseo.

Una ciudad abierta que tiene mucho de magnífica y demasiado de sencilla, ahí reside esa grandeza de interés por ella y porque se deja querer. La urbe sigue ahí tras siglos de tránsito y avances, con sus gustos y disgustos, con sus devaneos y sus frustraciones, con su alma pétrea y su corazón de corrala. Madrid es esa capital que mejora cada día y oferta lo mejor y más variado a sus huéspedes domésticos y foráneos. Es una ciudad para moverse con sosiego por sus paseos más renombrados y sus cafés decimonónicos donde la esencia matritense se palpa en cada sorbo o en cualquier momento de la tertulia, esa que siempre suelo hacer en Hontanares o en el círculo de Bellas Artes con mi amigo y colega José Manuel González Torga, la persona que más sabe de Madrid y sus cuitas internas.

Madrid en verdad me mata, me puede por su persuasión de ciudad con fuerza cultural, deportiva y recreativa, y por sus caminos infinitos para la evocación, la amistad y el placer urbano. Lo comentaba estos días con Luis Romasanta otro amigo y colega sentido mientras disfrutábamos de unos fritos de bacalao superiores en Revuelta o unas renombradas mollejas de cordero lechal en Toni, dos tascas del viejo Madrid que asustan por su calidad y sus preparados culinarios. Y Madrid nunca duerme, el ambiente de la urbe se mantiene todos los días del año y desde Mercamadrid, la bolsa, el congreso de los diputados, hasta los locales de copas, el movimiento mercantil y ciudadano sigue su pauta y su eterno caminar fiel exponente de esa vitalidad y esa riqueza financiera de capital europea. Madrid es tan amiga de todos que hasta el hostelero asturiano Nicolás Parrondo ya está preparando un festival de la sidra en la Plaza Mayor para mayor gloria de todos los indígenas y transeúntes que pululen por esa zona centrípeta de la ciudad. Y si tengo que recordar un momento de felicidad en esta capital española ese fue el compartido con mi afecto paisano Esteban Rodríguez España cuando era relaciones públicas del museo del Prado.

Tras una cena amistosa, una parada en el citado museo a las dos de la madrugada. Mientras él acudió a su oficina aproveché con su anuencia para observar algunos de los cuadros más representativos de este simbólico centro de arte. "Las Meninas" de Velázquez resultó a esas horas, con el silencio de la noche y la soledad sólo para mí, una obra de arte con otras sensaciones y otra carga pictórica. Nunca olvidaré esa noche matritense ! Y es que Madrid atrapa.

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