La Nueva España

La Nueva España

Contenido exclusivo para suscriptores digitales

Dando la lata

Avanzar hacia atrás

La capacidad de los españoles para alimentar las diferencias y empequeñecer los puntos en común

Corono el alto de Tarna al atardecer, cuando el sol proporciona una especial iluminación indirecta sobre las espectaculares montañas. Al llegar arriba, avanzando sobre el suave y cuidado asfalto leonés, es como si se levantara el telón para dar comienzo a una fabulosa película a todo color. Y lentamente inicio el descenso por el lado asturiano, mantenido por nuestra administración autonómica en perfecto estado como camino de cabras, cuajado de baches, quebrado y abandonado. Se impone la precaución para intentar llegar a la meta con el coche de una pieza. El trazado se retuerce y tras curvas y contracurvas surgen montes, laderas, prados y bosques de una belleza emocionante. Cruzando el pueblo de Soto me doy cuenta de que en todo el descenso sólo encontré dos vehículos en la ruta: Un todoterreno de matrícula francesa y una autocaravana inglesa. Nadie más. Y me da por reflexionar acerca de lo absurdo de los ultranacionalismos trasnochados que saturan la actualidad de este desquiciado país, cuando resulta que caminamos, si bien a paso sumamente lento, hacia la unidad de los europeos. Y si te das una vuelta por recónditos parajes y aldeas apartadas de esta preciosa tierra puedes encontrarte con alemanes, belgas, italianos, establecidos o de paso, pero moviéndose entre nosotros como nosotros mismos, o sea, como debe ser. Y proceden de Renania, Valonia o Piamonte pero unidos por su condición de europeos. Sin embargo, los españoles seguimos empecinados desde hace más de un siglo, con el paréntesis franquista, en la disgregación, en trocear la nación más antigua del continente pero, paradójicamente, apoyando -al menos de palabra- el proyecto integrador europeo. Nuestros nacionalismos aspiran a Europa previo desgajamiento de España, lo que viene a ser como avanzar dando pasos hacia atrás, una costosa pérdida de tiempo para alguien que, como yo, aspira a ser europeo, bajo una Ley común a todos los europeos, sin más nación que Europa. Mal se entiende la tenaz tarea de alimentar las diferencias entre españoles en combinación con la supuesta búsqueda de la igualdad de los europeos. Es como sorber y soplar a un tiempo. Con lo hermoso que sería que esos franceses e ingleses que trepan hacia el alto de Tarna se sintieran tan en su casa como nosotros.

Compartir el artículo

stats