La Nueva España

La Nueva España

Contenido exclusivo para suscriptores digitales

Investigador emérito del ECSC de Mieres

Reflexiones poco antes del adiós

La complicada situación económica que vive el centro europeo de Soft Computing

Tras que el Patronato de la Fundación propietaria del Centro Europeo de Soft Computing (ECSC, con sus siglas en inglés) apruebe una propuesta de ERE que me afectará, deberé abandonar el ECSC. Habré investigado durante algo más de nueve años en ese centro internacional de I+D de las cuencas mineras, además del año largo que llevó la aceptación de la propuesta para su creación en Asturias y que, entre 2004 y 2005, presenté junto con el profesor Lotfi A. Zadeh de la Universidad de Berkeley de quien vino la idea. Poder colaborar en la modernización estructural de las cuencas mineras nos atrajo, ya que conocíamos de cerca las experiencias de Dortmund en Alemania y de Fukuoka en Japón. Fue una propuesta que, en particular, intentó la creación de una estructura nueva, por lo menos en Europa, nada endogámica y que acreditase una notable y flexible utilidad en el mundo de una nueva investigación tecnológica; los premios y honores obtenidos por el Centro y por sus investigadores (tanto "senior" como "junior"), lo atestiguan. Para mí habrán sido más de diez años en total; los últimos profesionalmente "activos", aunque seguiré trabajando en la línea en la que vengo haciéndolo en colaboración con colegas nacionales y de otros países; no me interesa otra cosa. Ciertamente, me retiraré a mi casa de Oviedo, pero y tal vez, el retiro forzoso de los dos últimos eméritos del ECSC no será muy bien visto en todas partes; llegamos a ser tres, el profesor japonés Michio Sugeno (que vino de Yokohama), el alemán Claudio Moraga (que vino de Dortmund) y yo mismo, que vine de Madrid. El primero ya dejó el centro el año pasado, cuando el grupo de investigación que pretendía organizar y que, a mi juicio, hubiese sido de gran interés industrial, no fue financiado a causa de las dificultades económicas del ECSC. Los tres, ya mayores, dejamos nuestras cátedras y vinimos a Asturias porque creímos en la iniciativa.

El tal ERE se aplicará para ahorrar dinero e intentar alargarle la 'vida' al ECSC sin añadir inversión. Pocos, si alguno, de sus investigadores lo ven posible, como no lo ven los miembros de su comité científico internacional presidido por el doctor Bonissone (Estados Unidos) y cuyo vicepresidente es el profesor López de Mántaras (España). Entre los investigadores hay una notable desmoralización; saben que no existen centros de I+D como el ECSC que se autofinancien en más de un 55-60% de su presupuesto total; es más, raramente consiguen llegar al 35% y, por lo menos en América, suelen contar con donaciones filantrópicas y el apoyo económico de compañías importantes. No es posible tener un investigador principal de primera y llegado a Asturias desde cualquier lugar del mundo, esperando pagar su sueldo y el de sus colaboradores con el dinero que ingrese por proyectos y contratos; para eso no necesita el centro. Ello no puede llevar a lo que se pretendía con el ECSC, que no fue crear un centro de servicios tecnológicos, ni uno de consultoría local, sino uno de I+D tecnológico de "primera división" internacional; en el primer año en que los patronos dejaron de aportar fondos en esa dirección, en 2012, el ECSC ya se autofinanciaba en un 40% y había alcanzado una alta calificación a cargo de una conocida institución norteamericana; el ECSC no es una empresa. Por mi parte, de corazón y pese a mis dudas, sólo deseo que el ERE salga bien y que Asturias no se quede sin el Centro. De haber continuado en 2012 la inversión en el ECSC y ya en términos menores, antes de 2016 habría sobrepasado tanto el total de personal previsto en 2005, como un nivel de autofinanciación del 45%. No se pudo llegar a ello por falta de inversión e incluso hubo que suprimir el premio internacional 'Mamdani' que venía otorgándose desde hacía varios años.

¿Cómo es posible que se deje caer una iniciativa para la que se efectuó una inversión de doce millones y medio de euros que, prevista para seis años, ha durado más de nueve y con gastos estructurales que no se previeron? ¿Cómo se abandona a su suerte económica una iniciativa que ha reunido en Mieres un plantel internacional de excelentes investigadores firmando sus trabajos con 'Mieres, Asturias, Spain'? ¿Cómo se permite que Asturias se arriesgue a perder un centro internacional de I+D? ¿Tanto peso tecnológico internacional tiene Asturias en las nuevas tecnologías de interés industrial que no le importa perder el ECSC? ¿Se daña aún más la recuperación de las cuencas mineras? No tengo respuestas indudables y, hechas las preguntas, me reservo las respuestas para después de que, si fuese el caso, los responsables económicos del centro diesen alguna y que si, tras el ERE, el Centro no sobrevive como se espera, razonablemente deberían darla antes de su cierre definitivo. Como sea que aquella inversión de 2005 constó de fondos mineros desembolsados de una vez, más una cantidad poco mayor en seis anualidades provenientes, respectivamente de la Obra Social y Cultural de la antigua Cajastur y del Principado de Asturias, esas explicaciones públicas parecen recomendables. La situación económica del ECSC no obedece, de ninguna manera, a la actividad de sus investigadores cuya productividad e impacto internacional, medidos y evaluados anualmente por su comité científico como se hace en el mundo de la I+D, no paró de crecer hasta finales de 2014. Aún ahora, en su peor momento, el ECSC lidera un nuevo proyecto financiado por la Unión Europea y en el que participan centros y empresas de varios países junto con alguna empresa asturiana.

Poco más cabe decir en un artículo ya demasiado largo. Acabaré, sin embargo, con algo que juzgo importante como parte de lo que se pretendía con el proyecto del ECSC en Asturias. El Centro no pretendió, sólo, ayudar a resolver problemas de innovación de las empresas y menos, únicamente, de las locales; su "mercado" debía ser todo el mundo, su éxito debía residir en trasladar a las empresas aquello nuevo creado en el Centro y con investigadores de las mismas pasando algún tiempo en él. Las asturianas también, pero no se llegó a ello por falta de inversión.

El éxito de una empresa contemporánea reside en producir, vender y mantener en el mercado internacional productos tecnológicos propios; si bien se cambian de lugar las instalaciones de producción, raramente se "'deslocaliza" aquello de lo que realmente deriva su verdadera riqueza, el crecimiento y la generación de empleo: su I+D. Para ello, las empresas requieren, por lo menos, investigadores bien formados que, más allá de un título académico y habilidades de gestión, hayan trabajado en un centro de investigación tecnológica con alto nivel de internacionalización; en suma, gente bien formada, bien relacionada en el mejor mundo científico-tecnológico y sobre todo "creativa". El dinero dedicado a mantener tales centros no es "gasto" sino "inversión" de futuro. Hay que aclarar que toda la gente formada en el ECSC, es decir, quienes han hecho su tesis doctoral, una estancia postdoctoral o han trabajado como técnicos en el mismo, no han tenido dificultades para encontrar rápidamente un empleo en universidades, centros de I+D o compañías en distintos lugares del mundo, incluida Asturias.

Si el ECSC desaparece, su modelo renacerá en otro sitio de Europa y aquí lo habremos perdido con, además, la adversa imagen de haber dejado hundir una idea sugerida por el profesor Zadeh, el creador del Soft Computing. No me parece un buen negocio para Asturias y, al prever mi adiós, no dejo de pensar si sucederá como con el submarino de Peral, el autogiro de La Cierva o, por no ir tan atrás, el satélite Minisat. ¿Sigue vigente en nuestro país la maldición "arrancadas de caballo seguidas de paradas de burro?".

Compartir el artículo

stats