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Dando la lata

La pela

La independencia es un asunto económico

Los expertos en la interpretación de los resultados de votaciones concluyeron que en el referéndum sobre la independencia de Escocia pesaron, por encima de cualquier otra motivación, las previsibles consecuencias económicas -perjudiciales, en su inmensa mayoría- que la nueva situación reportaría a la ciudadanía escocesa. O sea, que por encima de sentimientos, de identidades exclusivas y excluyentes, de banderas e himnos, de lenguas y tradiciones, finalmente el escocés votó con la cartera. Y la cartera dijo que mejor conservar la pertenencia al Reino Unido de la Gran Bretaña, no vaya a ser que, por andar jugando con las cosas de comer, nos metamos en un lío de complicada y muy humillante vuelta atrás. Que los inviernos escoceses son muy largos y no es plan de echar de menos el edredón de Su Majestad.

Por lo que nos cuentan, a día de hoy los votantes catalanes se inclinan hacia la opción secesionista movidos igualmente por argumentos económicos. España nos roba. Libres de la carga española volaremos mucho mejor. España subvenciona su vagancia con la riqueza catalana.

Por otra parte el argumentario del bando español está fundamentado en exclusiva en lo económico, en la ruina que aguarda a una Cataluña independiente, aislada, excluida de los centros de poder y decisión.

Pero, ni por unos ni por otros, de lo sentimental, lo afectivo e identitario, nada de nada. Todo queda en una discusión de números, de euros, de balanzas fiscales, importaciones y exportaciones cuando, en mi opinión, algo tan trascendental como es la creación de un nuevo país habría de ser impulsado por razones mucho más importantes que el dinero, que la pela. Y lo mismo sucede con la defensa de la unidad de España. ¿Acaso permanecemos juntos exclusivamente por cuestiones económicas? ¿No nos une nada más? ¿Qué hay de la historia, la cultura, la mezcla y el contacto a lo largo de los siglos? Lo triste del asunto es que te acabas dando cuenta de que los que tiran para un lado y los que tiran para el otro entienden los 504.000 kilómetros cuadrados en los que vivimos como una especie de sociedad anónima en la que únicamente priman los intereses económicos. Pero hay mucho más. Y si no lo hay, habría que buscarlo.

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