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Velando el fuego

Escenario vacío

La pelea política por determinar quién es el actor principal de la obra "Deterioro de los valles mineros"

Anda un tanto alborotado estos días el patio de butacas de Langreo a causa del cruce de acusaciones entre el PSOE y el PP por dirimir a cuál le corresponde la parte protagonista de la obra "Deterioro de los valles mineros". Me temo mucho que durante la actuación, que se prolongará hasta que las elecciones generales se retiren del escenario, y no precisamente haciendo mutis por el foro (el silencio no sobrevendrá hasta transcurrido un largo tiempo), se impondrá la dialéctica habitual, la utilización de un discurso estereotipado que combinará gestos, músicas, sonidos? hasta acabar componiendo la escenografía al uso: a saber, que tú tuviste más presencia en la obra y, por tanto, es a ti a quien corresponde abonar la parte correspondiente del enorme desaguisado que se ha producido en este triste espectáculo.

Por si no fuera suficiente con una representación tantas veces repetida, el Presidente del Gobierno se ha empeñado en echarle más leña al fuego anunciando nuevas ayudas para el sector y la creación de una comisión de trabajo para impulsar la reactivación de las cuencas mineras. Si viviera mi abuelo, a buen seguro que hubiera soltado una de sus frases favoritas: "A buenas horas mangas verdes", lo que es lo mismo que decir que la falta de puntualidad (y el incumplimiento, hasta la fecha), han dejado el terreno desmantelado: despidos, privatizaciones, contratos basura? Las palabras del Presidente no son más que un modo, como tantos otros empleados, de caldear un gallinero en el que los actores que forman parte del decorado bipartidista, y dependiendo de las circunstancias, lo mismo se dan la mano cuando se necesitan, como, por el contrario, se arrojan dardos con la boca cuando se trata de eludir responsabilidades, como en el caso actual. Algo lógico si se tiene en cuenta que el teatro es una representación cargada de intenciones y simbolismos, y, por lo mismo, el uso de las máscaras sirve para reducir lo visible, de modo que haga desaparecer el inconsciente individual y colectivo, hasta el punto de que cada cual se crea que no tuvo ningún protagonismo en el reparto de la obra. O incluso que ni siquiera conocía el guión.

Sin embargo, parafraseando a Aristóteles: "la única verdad es la realidad", y la nuestra no presenta, precisamente, una faz muy agradable. Por mucho que quienes han gobernado este país, con sus correspondientes cuotas de reparto territorial, quieran ocultarse tras una careta, no podrán negar que el suelo se va hundiendo, cada vez más, bajo nuestros pies, y que las cacareadas promesas con que se engalanaron en cada cita electoral han devenido en un silencio estrepitoso (permítase el oxímoron), en una muerte anunciada a plazos, pero con un cumplimiento cada vez más cercano, en el deterioro de unos valles que se entregaron a la demagogia de unos actores en los que la retórica del poder ha mirado siempre hacia la parte que más le interesaba.

La sabiduría popular, que se va escribiendo con frases sueltas recogidas aquí y allá, en las conversaciones de los bares o en los corrillos de la calle, hace tiempo que ha puesto una imagen representativa de esta comedia que, de cuando en cuando -más al acercarse las citas electorales- vuelve a reaparecer. "Los unos dejaron la puerta abierta para que entrara todo el polvo acumulado, mientras que los otros aprovecharon la ocasión para tirar los muebles por la ventana". El resultado no deja dudas: un escenario vacío y unos actores principales, los ciudadanos/as, cansados de aguantar el mismo tostón.

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