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Cosas de Duke

Marcelino M. González

Ortodoxia

Los actos y desplantes de la Fiesta del 12 de Octubre

Exhibir entre las Plazas de Atocha y Colón nuestro poderío militar, que sólo faltan los submarinos y el portaviones Príncipe de Asturias ya que el Manzanares no da para tanto, en un desfile cada año más corto y austero, pero que cuesta la módica cantidad de ochocientos mil machacantes, es lo ortodoxo en el día de las Fuerzas Armadas. Como también lo es el baño floral que durante todo el día se le hace a la Virgen del Pilar en su propia plaza, justo al lado de su también propia Basílica. Desconozco cuál puede ser el coste de rosas, claveles y gladiolos con los que es tradición homenajear a La Pilarica, pero no me extrañaría nada que fuera similar al del desfile. En cualquier caso, es lo ortodoxo el día 12 de octubre. Ambos actos que conmemoran la Fiesta Nacional desde tiempo inmemorial están abiertos al ciudadano. Todos podemos ver a los soldados y las máquinas de escabechar en la Castellana, al igual que todos podemos dejar una flor, o tres docenas, a los pies de La Pilarica. Lo que ya está restringido a los españolitos de a pie es el otro acto protocolario y típico de este día. La ortodoxa recepción de los Reyes en el Palacio Real a unas mil quinientas ortodoxas personalidades de la política, la empresa, las artes y la madre que lo parió, incluyendo al Pequeño Nicolás. Mil quinientas inclinaciones de cabeza, besamanos, muack, muack y modelitos de Armani, Carolina Herrera y Amancio Ortega. Mil quinientos menús a base de delicatesen a la paté de fuá y caldos españoles. Todo ello de un coste de la de su madre, pero también ortodoxo. Mucho.

Lo que no tiene tanta ortodoxia es el habitual desplante de ciertos mandamases de algunas autonomías como son Ínigo Urkullu, Usúe Barcos y Arturo Mas. País Vasco, Navarra y Cataluña no han asistido a la Real Recepción en el Real Palacio, y eso está muy mal. Los protocolos hay que cumplirlos porque son las reglas de juego que nos hemos dado todos los españoles. Catalanes, vascos y navarros, incluidos. Si Duke fuera ciudadano de una de estas repúblicas independientes de su casa se preguntaría cómo puede ser posible que su principal representante institucional no esté presente ante la primera Institución del Estado, como manda la buena ortodoxia. Y se respondería a sí mismo que no han estado, ni acostumbran a hacerlo, porque no les sale de los mismos cargos, y cargas. Y eso está aún peor.

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