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Desde mi Mieres del Camino

Cenera, capital cultural del concejo

La asociación Serondaya celebró su fiesta anual, a la que asistieron cientos de personas

Arden aún los ecos de un fuego sagrado que hace ocho días iluminó el firmamento mierense, culturalmente hablando, bajo la bandera de la asturianía. Era la fiesta anual, compartida y deseada, de la Asociación "Serondaya", ese grupo indomable que, pasito a pasito, está creando una conciencia de participación, y lo que es más interesante, de lucha sin cuartel contra el pasotismo y la dejadez de ideas. Fueron actos de participación llana y abierta que, a la vez, abren una ventana de aire fresco ante el seco panorama de una comunidad, la de esta tierra, solo rota, de vez en cuando, por los programas municipales y los tradicionales festejos patronales y en el caso del valle de Cuna y Cenera, por su Mercau Astur y la Romería de los Mártires.

Dos personajes de alcurnia dispar pero ambos con el sello de la popularidad, elevaron el telón del acto inaugural de la llamada "Fiesta de la Serondaya". Fueron, por el orden establecido la periodista y sobre todo escritora asturiana, Ángeles Caso, y el pintor gallego de Mieres, Tinso. Y la escena se desarrolló dentro de los cánones previstos.

A la tarde del viernes 16 de octubre, el maestro de ceremonias, el también escritor Fulgencio Argüelles, solicitaba de los presentes, en la carpa escogida para los actos, un poco de silencio usando el gancho atractivo de "tenéis cinco minutos para daros la oportunidad de escuchar lo que venga". Y así se inició con la presentación de todo lo que venía a continuación. De esa forma dio paso al bibliotecario y director del taller de lectura de Serondaya, Jesús Fernández, encargado de abrirle escena e intervención a la pregonera, destacando sus logros como la novela ganadora del Planeta y una ya amplia producción literaria, tras renunciar a su brillante paso por la televisión. Y así subió al escenario, por cierto, amplio y bien arropado con el ramaje -que no pétalos en flor- propio de la Serondaya (tiempo de siembra en otoño y recolección de la castaña, la manzana y el maíz).

Ángeles Caso, pelo corto, pantalón vaquero, chaquetón preventivo y manta también de abrigo que por lógica dejó en su asiento al lado del alcalde de Mieres, Aníbal Vázquez. Con su sonrisa, llanura y locuacidad sencilla, sin adornos literarios, rápidamente se hizo con la alegría de un auditorio afín. Habló de la tierra, de los valares asturianos personificados en el campo y la ganadería, en los productos del otoño en forma de boroña o les "fariñes con leche bien calentina" o el pote de "castañes". Defendió la recuperación de la cocina de cercanía, la nuestra, y hasta se atrevió con una receta personal basada en ensalada de castañas cocidas, trozos de manzana, un "puñadín" de maíz , vinagreta y mermelada de higos". Su final mereció un largo y cariñoso aplauso de la concurrencia.

A escena Ernesto Burgos, el profesor de historia y colaborador permanente de LA NUEVA ESPAÑA, para hablar del homenajeado, el pintor Tinso, ausente en el acto por su convalecencia en el "Alvarez Buylla" tras una intervención quirúrgica, de quien dijo: "Le pasa lo que a los antiguos libritos de papel de fumar de mi abuelo, que al final avisaba de ello con un último servicio de color rojo. Puede que nuestro amigo esté con ese aviso pero deseamos que dure y dure porque es un valor auténtico del Mieres actual". En su corta intervención desgranó los principales aspecto de la vida bohemia de este pintor "rebautizado" con firma mierense, de quien dijo: "Hoy manifestó que oficialmente se llama Agustín Domínguez, pero que para todo el mundo de esta su nueva casa, se llama Tinso y que es feliz en Mieres". Al final lo señaló como uno de los últimos de la mierensía dedicada a las artes, "enemigo de Picasso", aunque al final sus obras y actos resultaban auténticamente surrealistas. Y citó, como último ejemplo, la "ocurrencia anecdótica de Tinso, restaurando pinturas y demás en la basílica ovetense de San Juan el Real, donde, a la hora de hacerlo con la escena de la Última Cena, apareció un discípulo de más, es decir trece, con gafas y el rostro del propio autor". La petición de Fulgencio Argüelles de un aplauso, ante la ausencia del homenajeado, duró, por entusiasmo y deseo del respetable más allá de dos minutos. En los próximo días, Tinso recibirá la visita del presidente de Serondaya, Javier G. Palacios, al frente de una delegación para entregarle las placas conmemorativas del acto, de la Sociedad y del Ayuntamiento. También la pregonera tuvo oportunidad de encontrarse con un recuerdo que le entregó el dirigente de Cenera.

Sobre las tablas y para finalizar, el alcalde de Mieres, Aníbal Vázquez quien, en breve y acertada intervención, declaró a Cenera como "capital de la cultura asturiana". Aún hubo ocasión de escuchar a la folklorista Ángeles Nespral bautizar la fiesta como "la serondanza" es decir, la xuntanza de la música asturiana con amagüestu y esfoyaza "a base de baile y diversión, fórmula que ha sido recuperada del pasado recientemente por varios grupos y que contaría con acordeones, gaitas, tambores y voces".

La fiesta, en Cenera, el punto geográfico de difusión de esta plataforma cultural astur, continuó el sábado día diez y siete con la clásica sesión vermuth, acompañada de buena música por la mañana, entrega del "bollu a los socios, amagüestu, castañes asaes pa toos, mayos, llagares y sidra "polos más avezaos", todo ello por la tarde, para terminar esta jornada con la actuación del grupo de folk "Skanda" y la orquesta "Sonora Real". El domingo tuvo lugar la llamada "fiesta de los socios con comida de hermanancia a base de fabada". Y finalmente pela tarde romería l¨cordión de Javier Valdés el de Insierto.

Así se puso punto final a una convocatoria festiva, plena de defensa a favor de la asturianía que, este año concitó varios valores de rica esencia con la voz de una de nuestras auténticas valederas literarias, Ángeles Caso, el reconocimiento público a un hombre de trayectoria artística sin clasificar pero con visión de lo sorprendente, y la fiesta participativa en torno al otoño y sus productos, bajo el paraguas de una seronda agradable y llamativa. Lo dicho. Cenera se ha convertido, con sus manifestaciones culturales y costumbristas, en una referencia para la reflexión de un Mieres acogotado por la desidia y el pasotismo ciudadano.

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