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Desde la Meseta

Inteligencia

La memoria y la sabiduría innatas y desarrolladas de los animales

Se habla, se comenta de los elefantes, de su memoria, que se les domestica, vamos, que tienen una mente prodigiosa, pero que no perdonan. Hoy, como cualquier día de estos días pasados, estuve oyendo hablar de los cuervos, aves con mente mucho más pequeña que los elefantes, pero igualmente con un recuerdo digno de admiración. Contaron cosas espeluznantes de estas aves de rapiña, como que eran capaces de comer si se les echaba una moneda en una máquina tragaperras que expulsaba comida apropiada. Ellas aprendían a coger la moneda con el pico, meterla en su ranura y pulsar la tecla correspondiente para que saliese el alimento. ¡Qué cosas!

Entonces yo me acordé de lo que hacía mi gato en casa, que sin haberle enseñado nadie, porque lo trajeron de pequeño, de casi recién nacido, y cuando ya era un poco mayor, él se acercaba al tiesto del geranio y se comía unas hojas que luego supimos que era su laxante. ¿Quién le enseñó? Nadie. Era innato en el minino.

Al cuervo había que enseñarle, tenía que verlo, pero al gato nadie le había dicho que las hojas de la planta le servían para ir "ligero" al cajón del carbón, que era donde hacía sus necesidades. Eso sí, tuvimos que enseñarle dónde debía hacer las mismas, pero como cosa curiosa, tampoco hizo falta "educarle" para que después las tapase, lo que hacía automáticamente con sus patas moviendo las piedras de carbón. Ah, y como tenía blancas sus patas y con el susodicho carbón las manchaba, las limpiaba a lametazos, porque tampoco había tenido escuela alguna de higiene. También diría: ¡Qué cosas! La naturaleza, de natural, claro.

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