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Desde mi Mieres del Camino

La nostalgia de los primeros años de escuela

En Cenera se celebra un encuentro anual para recordarlos

No vamos a detenernos hoy en la manoseada sentencia de que "todo tiempo pasado fue mejor", pero sí aceptar con plenitud la otra conclusión de que "pueblo que no recuerde su pasado, pierde la memoria". ¿Quién no tiene, en momentos determinados, ese pequeño pero emocionado éxtasis de nostalgia, cuando ya se han dejado atrás los sesenta o setenta años de vida, en torno al recuerdo de los primeros tiempos de "escuela?" Era entonces, por las décadas de los cuarenta y cincuenta, superando a golpe de sacrificio y carencias las secuelas del conflicto civil español, cuando quedó establecida en pueblos y pequeños núcleos, la llamada escuela unitaria y plural -en cuestión de grados y edades- al cargo de un solo maestro o maestra puesto que aún imperaba el obligado establecimiento de "los niños con los niños y las niñas con las niñas".

Y esa huella, para nuestro adentros, quiérase que no, está ahí, vivita y coleando, con sabores agradables y sinsabores no tanto, pero implantada en la primera etapa de nuestra vida, hasta el punto de que resulta difícil olvidarse de nuestros iniciales educadores en el siempre imprevisto caminar por la vida.

Así, con esa visión lo entienden los varones que aún mantienen el tipo en este valle de lágrimas, nacidos en el pueblo de Cenera, cabecera que hoy comparte denominación del valle con Cuna, uno de los más atractivos rincones de la geografía comarcal, en esta cuenca que fue minera pero que ya no lo es tanto. Los que fueron alumnos de la escuela del pueblo, a los que se sumaban los nacidos en Vistrimir y Canga, celebran todo los años un encuentro de confraternización que en este 2015 tuvo lugar el pasado viernes día trece de noviembre. Y como el acontecimiento está perfectamente institucionalizado desde hace unos años, despierta nuestro interés y merece la lógica mención.

Es José Adolfo Solís Prieto de noble segundo apellido propio del valle, el popular "Toto" quién se ha visto obligado a erigirse en dirigente para todo a la hora de organizar cada encuentro, cuya idea -sírvase considerar como curiosa la coincidencia- nació tal día como el veintisiete de septiembre de 2007, es decir, el día de San Cosme y San Damián, Mártires de Valdecuna, la romería por excelencia del lugar, de todo Mieres e incluso de la comarca. El acto parte de una misa en recuerdo de los maestros y alumnos fallecidos, oficiada por Manuel Roces, el sempiterno párroco de la zona, que no tiene inconveniente alguno en compartir luego mantel con los convocados a degustar la excelente cocina de algunos de los restaurantes que han dado justa fama al verde escenario mierense. Allí, hace dos años, se le tributó homenaje al alumno más veterano, Delfino García, con motivo de su noventa cumpleaños.

La primera escuela de niños de Cenera, que data de 1896, se ubicó en el Palomar -todavía hoy en pie- perteneciente al Palacio de Arriba, denominado del Marqués de San Feliz. Posteriormente pasó al edificio que más tarde sería sede de la casa del pueblo y hoy templo católico de la parroquia. Por último se construyó un inmueble específico en la finca de La Pinerona. Esta fase de educación infantil, en la que comenzabas con el rayas y podías salir manejando la raíz cuadrada, finalizó en 1971 con la concentración escolar, siendo los alumnos destinados al Colegio Santa Eulalia de Ujo, ya con categoría de graduado y sin separación de sexos.

Durante el alegre discurrir de la velada del encuentro, salen a relucir todo tipo de anécdotas, las clásicas trastadas, los juegos de la época y sobre todo, la figura de aquellos maestros que dejaron huella. Aunque fueron unos cuantos los educadores que desfilaron por la escuela primaria de niños de Cenera, sin el menor deseo de discriminación, suelen surgir con facilidad el nombre de algunos, como es el caso de Valentín Villar que estuvo desde el principio hasta 1934, siendo homenajeado en una de las visitas posteriores que hizo a la localidad y quedando constancia de ello con una placa de sus alumnos en el frontal de la vivienda que habitó. También Antonio Sánchez que estuvo en dos ocasiones y también recibió el reconocimiento de sus entonces pequeños estudiantes. Manuel Costa, apodado "Porriño", gallego de nacimiento que así mismo, dejó santo y seña de su labor. Y por supuesto, el último de la hornada, es decir, quién puso llave y cerrojo a esta etapa con motivo de la concentración escolar, el mierense Misael Fernández Porrón que más tarde, y durante ocho años, sería alcalde de Mieres, para posteriormente desempeñar el cargo de director general de deportes del Principado de Asturias.

A lo largo de toda una historia, de la escuela de Cenera, salieron muchos personajes que, sin la menor intención preferente, vamos a personalizar en algunos deportistas de renombre, con el jugador de fútbol Viesca que llegó a las alturas de segunda división en Valladolid y Galicia, Pepín el de Cenera, campeón de España de Bolos y por supuesto el golfista Chema Fernández, hijo del recordado artista Víctor, miembro del Club "Madera III" de Gijón.

Mención especial merece Fulgencio Argüelles, escritor de reconocida fama en el marco español y promotor de la Asociación Cultural "Serondaya". El político Valentín Prieto, vicealcalde que fue del Mieres. El polifacético y recordado Luis Rodríguez Moro, facultativo de minas y jefe de personal del mítico pozo Barredo. Y con especiales connotaciones el político y revolucionario Juan José Manso del Abad, nacido a comienzos de pasado siglo y fallecido en 1972, del que se sabe que jugó un papel destacado en la Revolución de 1934, siendo condenado a muerte y más tarde conmutada esa pena por los treinta años de prisión, que no cumplió al quedar libre con motivo del triunfo del Frente Popular. Más tarde emigró a Méjico donde falleció en la fecha señalada.

Un año más, los alumnos de la escuela unitaria de Cenera, se reunieron hace unos días, para dejar constancia de sus recuerdos infantiles y revalorizar el respeto y el reconocimiento por quiénes fueron sus primeros educadores.

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