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A contracorriente

Pote asturiano

Un plato de origen sencillo y humilde pero de lo más sabroso

Sin duda alguna la culinaria regional nos marca, nos deja impronta y nos hace ser mejores? Esos productos tan nuestros y tan excelentes conforman una despensa amplia y variada que suponen una calidad contrastada a la hora de disfrutarlos en la mesa.

Y el pote asturiano es por su base ancestral y por su historia de siglos nuestra encomienda, nuestro santo y seña, nuestro emblema, nuestro plato por antonomasia y nuestra civilización. Es verdad que la fabada muy posterior en elaboración y presentación popular alcanza cotas de promoción indiscutibles dejando al sencillo y suculento pote en una situación más apartada, pero esta circunstancia no es óbice para reivindicar de verdad y con ahínco a ese plato rural y categórico como un potaje de altura sometido a las berzas aromáticas y al cerdo sacrificado en amistad y esencia.

El pote asturiano es el pariente próximo de la olla (podrida), los pucheros, las escudillas, las marmitas y los calderos, recipientes adecuados para preparar un solemne cocido en nuestra geografía patria. Es plato, en su nacencia, de subsistencia, de penuria y alimento diario de los hogares más humildes. Con los años se convirtió en un producto festivo de las mesas de alcurnia, siempre sin olvidar su base rural. Los monasterios y conventos regionales contribuyeron a dar el realce adecuado a una propuesta singular y nutritiva donde el cerdo asturiano se lanzaba feliz ante unas berzas o verduras bien tratadas en su cocción idónea. Con el tiempo y una vez aparecieron en nuestros lares las judías, las patatas y los pimientos -base del pimentón- el pote se hizo más contundente y respondió perfectamente a la calidad de sus ingredientes. Un compango selecto con chorizos no negros por la falta del condimento pimentonero sino bien rojos y con los trozos del cochino notablemente apuestos para la conformación culinaria y la fase organoléptica en su lugar. Y en otro tiempo los expertos gastrónomos señalaban que "un pote sin tocino en la olla el diablo se la coma". Lo que viene a decir que ese tocino entreverado era fundamental para redondear un excelso pote junto a sus hermanos de cuerpo porcino los chorizos, las morcillas y el lacón, sin olvidar el chosco occidental, todo un complemento chacinero que daba porte y categoría a una receta inmemorial.

Y hablando de pote estos días en el Valle de Turón se están celebrando unas jornadas de exaltación a ese plato tan otoñal que remueve conciencias y nos transporta a momentos de ensueño y placer sensorial. Un cuarto de siglo ofertando estos ingredientes para satisfacción de los cientos de comensales que buscan ahondar en la historia de una receta antañona y que por estos pagos de la montaña central la elaboran como mandan los cánones del calor de hogar y de esa olla de cocina carbonera y artesana. Y pronto este festival gastronómico del pote minero, un apelativo de marca y señaldá, será fiesta de interés turístico regional. Sus promotores y el universo hostelero del entorno merecen esa distinción por su esfuerzo, entusiasmo y dedicación. Y la tarta turonesa de "La Gloria" pone la guinda dulzona a un condumio atractivo, gustoso y cargado de evocaciones? Y es que lo digo con frecuencia. Somos hijos del pote y debemos reivindicarlo con deseo y estilo promocional.

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