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Francisco Palacios

Pasado imperfecto

Francisco Palacios

Los trenes del progreso

La influencia de las líneas ferroviarias de la comarca en el desarrollo fabril y político

El reciente corte ferroviario entre Tuilla y Laviana, debido a las inacabables y muy reivindicadas obras de soterramiento, ha producido cierta incertidumbre sobre el futuro de esta línea de la Feve. Cuando se culmine la obra, y es de esperar que así sea, se modificaría sustancialmente la estructura urbana de la zona afectada. Tiempo habrá para comprobar sus efectos. Veamos ahora los orígenes del medio de transporte que más contribuyó a consolidar la revolución industrial en esta comarca.

En 1854 llegaba a Langreo un tren mixto de viajeros y mercancías procedente de Gijón. Un acontecimiento celebrado con gran solemnidad por autoridades y vecinos. Su primer objetivo era transportar carbón y acero al mar. Y estar cerca del mar era entonces como estar cerca del mundo. Ese ferrocarril permitió también que las inversiones más dinámicas de aquellos tiempos se movieran hacia las minas de carbón, favoreciendo una etapa de "delirio industrial" en el valle langreano: fue cuando Pedro Duro se decidió a levantar en La Felguera una planta siderúrgica que transformó la economía de la región. Y durante tres décadas fue la primera factoría de su naturaleza a escala nacional.

A finales del siglo diecinueve, con la puesta en marcha del ferrocarril del Norte, se establecía en la orilla izquierda del Nalón otra fábrica pionera en España: la Compañía de Asturias, más conocida como los Talleres del Conde, de los que aún se conserva una parte de sus polémicas reliquias.

Por el ferrocarril llegaron igualmente a Langreo las primeras doctrinas del movimiento obrero. El anarquismo vino de Gijón, arraigando con fuerza en la fábrica de Duro. Por el tren del Norte se introdujo el ideario socialista, con gran influencia entre los mineros. Inventos, avances, novedades culturales, así como una pléyade de personalidades atraídas por la prosperidad de estas tierras, llegaron a través del ferrocarril.

Además de contribuir al desarrollo de ciudades y lugares, el ferrocarril ofreció posibilidades de viajar a las clases más modestas. Posibilidades que hasta entonces no habían tenido. (Para los románticos el fin primordial de los trenes era unir a la humanidad: acercar a los diferentes grupos humanos de la tierra). Al respecto, Marcel Proust sostiene que, mientras en el mundo de los antiguos apenas existía la noción del tiempo, "desde que apareció el ferrocarril, la necesidad de no perder el tren nos ha enseñando a contar los minutos, a valorar efectivamente el significado del tiempo". Hay una extensa literatura que trata de la trascendencia histórica del ferrocarril.

Por otra parte, en Asturias se movilizaron miles de personas para la construcción de ferrocarriles y carreteras. Buena parte eran mujeres y niños. Casi todos campesinos sin ninguna experiencia en las nuevas tareas. Trabajaban sobre todo los meses de verano cuando quedaban libres de las labores del campo. Al depender de la imprevisible climatología y de la incierta coyuntura económica, la inestabilidad laboral era muy alta. Y el esfuerzo era titánico, con largos desplazamientos desde aldeas lejanas y diseminadas: sus jornadas de trabajo podían superar las catorce horas. Todo por un salario ínfimo. Mostrando las paradojas del progreso, desde la ilustrada Sociedad Económica de Amigos del País se denunciaba que aquellos obreros "trabajaban por un pedazo de pan, siendo vilmente explotados por empresas sin escrúpulos".

En definitiva, además de ser una de las arterias vitales de nuestro pasado industrial, el ferrocarril de Langreo (hoy Feve), aunque cronológicamente el tercero, fue el primero de España con un sentido realmente práctico. Y con más de siglo y medio de existencia, es ya una parte indeleble del acervo cultural e histórico de una cuenca en busca del tiempo perdido.

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