Los recientes debates que todos nos hemos saboreado y tragado, versión "cara a cara" o "jugando a las cuatro esquinas", amen de olvidar a líderes de otros partidos con representación parlamentaria, que quizás no dan tanto juego ante la cámara, han dejado plasmadas a fuego grandes lecciones, por un lado de marketing electoral y también otras mucho más profundas, estructurales e importantes, que son de carácter moral y éticas.
Es obligado reconocer que los ganadores de ambas sesiones no han sido otros que la cadena A3 Media, en el debate a cuatro, o la Academia de la Televisión en el duelo al sol Rajoy-Sánchez.
Los contertulios del primero, ubicados por sorteo, cada uno de ellos en una esquinita del plató y embutidos en un encorsetado traje confeccionado a medida que lucía todo lo que se esperaba de ellos o "nun dieron pa más" o emularon al Mouriño más amarrategui y jugaron al "catenaccio". En aquel formato que adrede se basaba en un continuo y sinuoso peregrinar por desiertos, sensaciones y asiento en torno a hogueras de vanidades, el menos dañado sería el que más tablas tuviese en la dialéctica trascendental televisiva, aquél que mejores cabriolas, saltos mortales y sueltas de manos desarrollara entre unos trapecios pactados a baja altura y sobre red. Es éstas, quizás porque la coleta otorga un extra de equilibrio o porque la docencia da alas, el menos malo, según los entendidos, fue Iglesias; aunque para los seguidores de cada uno de los espadas presentes, en aquel el coso y arena política, el suyo y su cuadrilla fueron los que salieron por la puesta grande. Pero independientemente de quién haya ganado por uno o dos cuerpos de ventaja, justo es reconocer que ello no significa que comunicara más sobre las líneas de su "panfleto electoral". Por ello es justo agradecer los "memes", a modo de falsas tomas falsas, que invadieron las redes y cadenas de televisión con posterioridad. Realmente hubo poco más que alusiones, a modo de leves aguijonazos, a la incomparecencia del Curro Romero del Partido Popular, que delegó en su maestra de armas Sáenz de Santamaría, aderezado puntualmente con la pimienta del recorte que Rivera presentó a cámara sobre las supuestas comisiones cobradas por Rajoy, que luego fue objeto de juego mordaz y tuneos varios en las redes, irrepetibles en prensa.
Más juego prometía, a priori, Manuel Campo Vidal que, solo ante el peligro, se iba a encerrar entre las doce cuerdas del ring, en el combate a quince asaltos que enfrentaría a los supuestos pesos pesados de la política patria. Sánchez, aspirante al título, con calzón rojo, partía en desventaja en el pesaje inicial, por ello debía salir a tumba abierta para arrinconar contra una esquina y ganar por K.O. a un Rajoy al que las encuestas daban ganador, eso sí por debajo de un 30%, que cualquiera de los partidos en contienda firmaría ahora mismo a ojos cerrados. A todas luces, al poseedor de cinturón de campeón le valía con mantener la distancia, jugar bien la cintura y con un correcto juego de piernas esquivar y salirse del cuerpo a cuerpo, repartiendo mamporros certeros. Tras los primeros asaltos de tanteo, el calzón azul del campeón dejaba ver que éste no se había entrenado y preparado para el evento. Fondón, caía una y otra vez contra las cuerdas. Excesivamente nervioso, no estuvo a la altura y ya en plena refriega acusó al aspirante de llevar una herradura en el puño en vez de una rosa. ¿Qué esperaba...? Otra cosa hubiera llevado a que el público entonara, una y otra vez "¡que se besen, que se besen...!".
Ahora en serio. Ya no sé si es que no creo en la política, quizás más bien debería decir en aquéllos que ejercen su función, pero echo en falta que alguno de los partidos y coaliciones que pretenden ganar nuestro parabien, en forma de voto, abandone el "y tú más" y se emplee en crear verdadera acción política, aquélla que encierra, como filosofía de vida eterna e intemporal, la frase que me quedó grabada en la mente desde que se la oí a Aquilino, un amigo de los que creen y viven la política de verdad, desde el corazón y como disciplina que debe estar al servicio del ciudadano; y es: "Hay que sumar pa luego multiplicar...". Y creo que en ningún debate de los celebrados en las últimas fechas se ha oteado algo por el estilo.
Para cerrar este artículo, me prestaría dejar un corolario final sobre aquel gran duelo que quedó en tibia genuflexión. La sexta, arte y parte de A3 Media, fichó como expertos analistas a Rivera, Iglesias, Garzón y Herzog, con lo que se volvió a apuntar un tanto -quizás haya sido la institución victoriosa en estas elecciones prenatal 2015-. Salvo Garzón que vio lógica la intervención del aspirante, denunciando las presuntas y continuas irregularidades del partido del gobierno, los demás, principalmente Iglesias y Rivera lo acusaron de barriobajero, casi desleal, ruin y falto de recursos por no saber denunciar sin perder las formas, de llevar el debate a la lucha en el barro, vamos. Quizás haya sido una pasajera erección que cegó sus respectivas mentes pero...
Bueno solo tenéis que mirar en youtube y ver perlas similares en boca de tod@s y cada uno de los espadas de la economía patria. Yo me pregunto, ¿ser políticamente correcto implica tener que tragar con todas las corrupciones, manifiestas o presuntas del panorama nacional...? Madrid, Valencia, Baleares con el PP, Cataluña con Convergencia, los ERE en Andalucía del PSOE? Y eso solo los que tocaron pelo. En otros países europeos, olvidarse de citar una fuente en una tesis doctoral implica que su autor, ministro en ejercicio, renuncie a su función.
¿Dónde están las propuestas para rebajar los casi cinco millones de parados, para hacer que los contratos firmados vayan más allá de una semana y sean estables, que lleven a desaparecer la violencia de género, se potencien los servicios sociales a nivel de los ayuntamientos para que puedan luchar en el día a día con los casi trece millones de compatriotas en riesgo de exclusión social, las medidas para evitar la pobreza energética, la educación no alienante comprometida en valores, respeto a las singularidades y garante del desarrollo de la nación...?. En fin, ver veremos, o no...
