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Descenso de población

Los cambios en la pirámide demográfica y la inquietud ante la pérdida de habitantes en las comarcas mineras

Resulta preocupante la noticia aparecida recientemente en este diario sobre la bajada de la tasa de población de Mieres. Una cifra, 39.728 vecinos, similar a la de hace un siglo, al inicio del auge industrial.

Si se observan las estadísticas se comprobará que, salvo excepciones, nuestro territorio está expuesto de continuo a mermas de este tipo, y que son pocos los municipios que han conseguido frenar esta dinámica negativa. Pero lo que resulta más preocupante es que no se trata de un fenómeno puntual, que sucede hoy aquí y que mañana podría asomar su nariz por otro rincón de nuestras cuencas o de nuestra Asturias, algo que pudiera tener un carácter meramente coyuntural, sino que nos encontramos ante una situación mundial imparable, un caballo de Atila que va cortando la hierba a su paso y que, según datos recientes, llegará a contradecir las previsiones de Naciones Unidas que auguraban una población de casi once mil millones para el año 2100. (En la actualidad, tales previsiones sitúan nuestra aldea global en una cifra menor de los nueve mil millones de habitantes en esa fecha).

Si nos adentramos en los laberintos del problema, observaremos que existen numerosas callejuelas y encrucijadas por las que transitar en busca de una puerta de salida o de una solución; pero que, en todo caso, por todas ellas se cuela una corriente difícil de contener: salen más personas de las que entran; tasa de emigración muy alta; caída de la natalidad; menos extranjeros, a causa de las salidas y de las dificultades para conseguir la nacionalidad?.

A la vista de algunos de los aspectos del problema, una maquinaria política ajustada podría servir no solo como elemento de contención, sino también, en algunos casos, como pieza importante para reparar la brecha que se ha abierto. Pero hay que convenir que se trata de un fenómeno muy complejo, del que forman parte materiales diversos y, hasta en ocasiones, contradictorios. Basta con echar un vistazo a las previsiones de Thomas Malthus en su libro "Ensayo sobre el principio de la población" y preguntarse hasta qué punto se ha cumplido su diagnóstico de que "la población crece en progresión geométrica, mientras que los alimentos sólo aumentan en progresión aritmética". Y más aún, a la vista de cómo ha discurrido el tren de la Historia, resulta oportuno reflexionar sobre una de las tres proposiciones fundamentales de su libro: "La fuerza superior de crecimiento de la población no puede ser frenada sin producir miseria". Una aseveración que, sin entrar en más detalles, debiera al menos ser puesta en cuestionamiento.

La realidad demográfica de Mieres nos invita a observar el panorama con un rictus preocupante. Y, sobre todo, cuando la tala, en general, afecta a los jóvenes de edades comprendidas entre los 15 y los 39 años, lo que es tanto como referirse a quienes van a desempeñar -en algunos casos ya lo hacen- el papel protagonista en el escenario social. Todos estamos de acuerdo en que se necesita savia nueva, pero datos tomados de distintas referencias coinciden en que en el año 2050 habrá mayor número de mayores que de jóvenes. ¿Se imaginan darse unas vueltas por nuestras calles y encontrarse con un panorama semejante? Vale que hayan desaparecido las chimeneas, y las minas y los Altos Hornos, y tantas otras cosas que nos han arrebatado, pero que, al menos, podamos hacer nuestra esa cita de André Malraux: "La juventud es una religión a la que uno siempre acaba convirtiéndose".

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