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El Mieres de antaño que necesitamos conocer

Un repaso a la historia del municipio, desde el origen de su nombre hasta la importancia del río Caudal

Escribía el distinguido autor e hijo adoptivo de Mieres, Vital Aza, en junio de 1892, en "El Lunes Imparcial", a su amigo y colaborador Mariano Pina Domínguez, unas palabras con el título, "Desde Mieres":

"(?) Y no saber lo que es Mieres. ¡Oye y quédate asombrado! Sobre una vega que riega un río bien encauzado, esta Mieres reclinado recreándose en su vega. Con tan bella situación es más que un pueblo, un vergel. ¡Y que calles! Todas son de moderna construcción y trazadas a cordel. Por su riqueza sin par es hoy de la industria el centro este pueblo singular; y si no es puerto de mar es porque esta tierra adentro (?)".

Son varias y diversas las voces que han manifestado en todos los ámbitos la importancia histórica, cultural e industrial de nuestro municipio. Los historiadores locales han dado un paso al frente en la divulgación de nuestra historia, pero se quejan, no sin razón, de las importantes pérdidas que han sufrido los archivos municipales, con los desgraciados siniestros ocurridos en los años 1875, 1876, 1934, etc. Los diferentes acontecimientos acontecidos (guerras carlistas y guerra civil), dificultan enormemente la labor para documentarse y escribir la historia del concejo de Mieres.

El origen, la etimología de la palabra Mieres sigue siendo un enigma por descifrar, fue desde siempre muy discutida y hubo y hay opiniones para todos los gustos; vemos dos de ellas. Don José María Escandón, en su "Historia Monumental del heroico Rey Pelayo y sucesores en el trono de Asturias", impreso en Madrid en 1862, dice que procede Meres, Mieres de la tribu de Meari hijo de Leví, uno de los levitas más famosos por sus hazañas. En mitología Mere, es sobrenombre de Minerva y Meres, madre de los dioses y de las diosas. Pero la que parece más aceptable es la planteada por José Manuel González, que la deriva del hidrónimo meramero, con /e/ abierta, que a veces diptonga en posición tónica -miera, Mieres- y a veces, se inflesiona en posición atona -mirin, mirinas, miron- parece lógico pensar que "mera-mero" en sentido puro aplicado al agua, pasase a significar fuente clara, río claro, concluyendo por expresar río o zona de aguas claras, merced a la omisión del nombre genérico y a la sustantivación del adjetivo, y no podemos dejar de recordar, que Mieres, su vega, era hasta hace poco más de 100 años un muestrario de aguas cristalinas. El "río Grande", llamado Caudal, por el Oeste; el "río Uren", luego llamado Duró, por el centro, y el "río Chuca" el conocido San Juan por el Este, pegado al barrio de Oñón (que es otro hidrónimo), hasta desembocar por la Peña en el río Caudal. Y por si fuera poco, toda la parte central de la vega aún hoy es conocida por nuestros mayores por "Los Lagos", prueba evidente de su antiguo destino.

En el siglo X, año 916, se sigue llamando Meres a este valle. De esa fecha se conserva un diploma en el convento ovetense de san Vicente, relativo a una donación de tierras (terras in Meres, capiente mediates tres), que se localizan dentro de este territorio. Pero la evolución definitiva de Meres a Mieres la encontramos en el siglo XII, concretamente en el año 1149, bajo el reinado de Alfonso VII, en otro documento que se halla también archivado en el mencionado convento de San Vicente. Se refiere este último diploma a una partición de herencia (in territorio asturiensis? locum praedictum "Mieres"), figurando ya nuestra villa con su actual denominación.

El río siempre fue el eje de funcionamiento de la localidad, en el códice del siglo IX, el llamado Libro Gótico de la Catedral de Oviedo se dice que el año 1393 (4 de septiembre), el rey don Juan I, dicta una orden en Segovia disponiendo: "(...) que por las bestias que pasen por la Puente de Mieres o por sus vados, se abonen dos dineros (...). Se ubicaba a la altura de Requejado (Requexiau) y el primitivo puente fue de construcción romana probablemente fue arrastrado por las innumerables riadas (...)".

Fueron numerosas las inundaciones de Mieres, el río que cruzaba el territorio, era conocido con el nombre de flumen Alier (río Aller), según el códice del siglo IX (el llamado libro Gótico de la Catedral de Oviedo), posteriormente, tomó el nombre de río Lena al pertenecer a este concejo por donaciones del Rey Alfonso X, en el año 1304. Después sería el río que hoy conocemos como río Caudal, merced a lo caudalosa corriente de sus aguas (litros por segundo que aumentaban rápidamente en las crecidas). Para los mierenses su nombre no era otro que "río grande" y así era conocido popularmente. Las abundantes aguas del "río grande" movían las aspas de numerosos molinos y batanes, asentados en sus orillas. Aún permanece la denominación de "El Batán" donde está situado el estadio municipal que lleva su nombre.

Hay un dicho que la voz popular pone en boca de los marqueses de Camposagrado la frase que sigue y se repite mucho en Mieres y dice: "Lo mejor de Mieres mío, si no me lo lleva el río". El motivo eran las impetuosas corrientes de agua en la época de lluvias y deshielo, causantes estas de numerosos estragos en las fértiles tierras de la Vega mierense

El río (ahora Caudal) siempre se cobró su tributo particular, resultaron muchas personas ahogadas, hay que suponer que serían centenares, sobre todo cuando eran escasos los puentes y las gentes tenían que dar un gran rodeo para cruzarlo por el camino más corto, en el tiempos son muchísimas las inundaciones de éste emblemático río, la más recordada en nuestra reciente historia, es la del 5 de junio de 1953, abnegando muchas localidades ribereñas del municipio.

Existe una creencia generalizada en el concejo de Mieres de que este municipio perteneció siempre a Lena (El Conceyón, que así se denominaba coloquialmente, al concejo lenense, por su enorme extensión, que abarcaba desde Arbas al Padrún), hasta su segregación en el año 1837. Pero la realidad es que Mieres ya contaba con su propio ayuntamiento, el cual, había sido suprimido por real Orden de 18 de diciembre de 1826. Así pues, fueron 10 años agregados al Conceyón, pero también, y no es menos cierto que con anterioridad también estuvo anexionado a Lena, formando Ayuntamiento Independiente.

El 4 de febrero de 1958 fueron llevados al almacén municipal de Mieres unos documentos (que posteriormente y lamentablemente fueron destruidos) entre los que figuraba un padrón vecinal del año 1777 al año 1815, así mismo documentaba listados de soldados desde 1800 (en 1813 Guerra de la Independencia) y en el trienio liberal 1.820 (exenten documentos en el archivo municipal de los sorteos de los mozos de los años 1813, 1818, 1822 y 1824, también circulares que el ejército enviaba a los Ayuntamientos respecto a los soldados asignados a la provincia y municipio), lo que prueba que Mieres en aquellas fechas ya contaba con Ayuntamiento propio.

En el Mieres de aquellos años, se puede diferenciar una vida agrícola y ganadera con aprovechamiento de los recursos del río (truchas, angulas, salmón, muchas voces indican que también lampreas, etc.). Cuenta una anécdota que durante las obras del ferrocarril en el siglo XIX, los obreros que trabajaban en el llegaron a protestar por recibir a diario en su alimentación truchas y salmones. Pero el verdadero protagonismo en aquella época eran las Casonas Solariegas que salpicaban el concejo y le daban un toque encantador al paisaje, era un Mieres muy distinto que no tardo en transformarse en una nueva sociedad, formada a partir del beneficio del carbón de piedra y de la siderurgia, con la llegada de empresas de Francia, Bélgica e Inglaterra, a nuestro territorio y donde las protestas sociales, ya incipientes en aquellos años, se hacían notar.

El catastro del Marqués de la Ensenada proporciona una detallada información sobre Mieres entre los años 1749-1750. Las respuestas se conservan en el Archivo general de Simancas, archivo ubicado en esta localidad vallisoletana, éste fue fundado en 1540, por lo que se trata del primer archivo oficial de la Corona de Castilla. En el archivo municipal de Mieres existe un microfilm de las respuestas al formulario realizado. Y dice: "Las contestaciones remitidas pertenecientes a la parroquia de San Juan, son las que se detallan seguidamente".

La mencionada parroquia abarcaba el territorio comprendido desde el Salto del Agua hasta el Caño de la Salud, y desde la cordillera de Polio hasta los montes de Seana, incluyendo los valles de San Juan y Santirso, hoy desmembrado en la nueva división parroquial.

En el territorio del actual concejo de Mieres había una población próxima a los 5.000 habitantes que vivían del cultivo del maíz, la alubia blanca, la escanda, el lino y el mijo, y del pastoreo de una importante cabaña ganadera: más de 2.500 cabezas de vacuno, cerca de 3.000 ovejas, casi 2.000 de ganado cabrío, más de 3.000 cerdos, 200 caballerías, más de 350 colmenas... Recogían una gran variedad de frutos: castañas, nueces, avellanas, cerezas, higos, manzanas, nisos, uvas, guindas, etc. En el río Caudal y sus afluentes se contabilizaban más de 50 molinos harineros.

Otras ocupaciones, las de herreros, sastres, madreñeros, carpinteros, tejeros, canteros, etc., se compatibilizaban con las labores del campo. No así las de gaitero, 8 clérigos, 3 escribanos, también había 2 zapateros, el campanero, el administrador de tabacos, el tendero, 8 arrieros y el sacristán, que vivían exclusivamente de su profesión: la encuesta registra los nombres de 60 mujeres aplicadas a la tarea de tejer telas de lienzo en la villa de Mieres.

Los términos de las tres parroquias (Mieres, Lloreo, Baíña) eran de Realengo, dependían directamente de la autoridad del Rey. Pagaban diezmos (el 10% de la cosecha en especies) a la iglesia, y alcabalas al Rey (el 5% sobre toda operación de compraventa). Las parroquias de Lloreo y Baíña pagaban también "millones" (impuesto sobre el aceite, vino y vinagre, carne, carbón, velas de sebo, etc.) y "cientos" (recargo sobre la alcabala). Los diezmos de la villa de Mieres, repartidos por mitad entre el cura párroco y el obispo de Oviedo, pueden calcularse en más de 20.000 reales al año, uno con otro. Puede servir de referencia el salario anual de 176 reales que cobraba D. Ignacio Fernández Miranda, maestro de primeras letras de la villa.

Para contribuir al pago de las alcabalas, por acuerdo de los vecinos, en las tres tabernas de Mieres se gravaba un real la cántara de vino. Los vecinos de Baíña invertían parte de los beneficios obtenidos en la taberna llamada "del Padrún", en mantener el puente de la Pereda, de madera sobre el río Caudal. También recoge el inventario la existencia de 27 pobres de solemnidad, mantenidos a expensas de la piedad de los vecinos.

Continua con el interrogatorio a que han de satisfacer bajo de juramento las justicias y demás personas que harán comparecer los intendentes en cada pueblo. Es bastante extenso pero muy interesante.

Con el paso del tiempo llegaron las alegrías a este mágico valle en un periodo floreciente industrialmente hablando, el trabajo de nuestros mayores era duro y las jornadas largas, pero no desfallecieron y hasta aquí llegamos los descendientes de aquellos fabulosos mierenses, que como pago a sus esfuerzos, poco a poco vamos revelando datos insospechados relativos a la pequeña historia mierense. Otro día más.

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