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Desde la Meseta

Perdido y ganado

Un reloj de pared, un regalo de Navidad que sólo duró dos días

Al día siguiente de Navidad recibí una grata y sorprendente llamada telefónica. Era de un familiar, de lejano parentesco, del que apenas sabía desde hacía más de un año. Él había perdido su móvil y yo desconocía su nuevo número de teléfono. Después de saludarnos a continuación me dio la noticia que se deshacía de su casa materna y que en la misma había un reloj de pared, de campaña, un tanto ovalado, lacado en madera negra y sus números romanos tenían un fondo de nacar: yo lo recordaba porque lo había visto muchas veces en su casa.

Pues eso, desarmando su casa, mi lejano familiar se acordó que su madre había dicho que si algún día se deshacía de aquel reloj, sería para mí. A tanto no me acordaba, pero creo que fui lo suficientemente "elegante" para decirle ahora que primero sería para ellos e incluso que sacasen algún dinero por su venta. Me dijo que no, que los deseos de su madre prevalecían y que hiciese lo que fuese menester para que el susodicho reloj llegase a mi poder. Fue tal la emoción que sentí, que enseguida me puse en marcha para su traslado.

Pero ustedes ya conocen el famoso refrán "dura poco la alegría en casa del pobre", porque 48 horas después recibí otra llamada del mismo familiar para decirme que un sobrino, nieto de la original propietaria, deseaba el reloj en recuerdo de su abuela.

Con la misma galantería original con que había recibido el reloj de pared, dije que me parecía más propio que se quedase con él su nieto. Y así, resumiendo, de la misma forma que recibí un buen regalo al día siguiente de Navidad, un par de días después me desprendí de él. Por tanto, sería más apropiado el título de este comentario: "Ganado y perdido". Quiero contarles antes de cerrar estas líneas la procedencia de tal reloj lacado en negro. La casa donde siempre lo conocí está situada en Priede, arriba de Sevares, concejo de Piloña, en donde vivió en sus años de moza mi abuela paterna.

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