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A contracorriente

Ya nadie habla de Villa

El sindicalista pasó de ejercer el poder absoluto a ser completamente denostado

En efecto. El guardián durante años de las esencias mineras asturianas ha caído en desgracia por circunstancias anómalas y nadie habla de él, nadie quiere saber nada de él, todos lo tienen olvidado, hasta sus acólitos. El todopoderoso jefe del sindicato minero SOMA defraudó a la mayoría de personas bien pensantes de esta bendita y sufrida tierra por su mala praxis y sus acciones envueltas en corruptelas. Este pequeño gran hombre, en sus tiempos de lucha y burocracia obrera, alcanzó cotas de influencia sobresalientes y nadie se atrevía a buscar un enfrentamiento con él. Las decisiones piramidales respondían a una manera de organización donde el cabeza visible y mascarón de proa ejercía un poder omnímodo, siempre rodeado de una guardia pretoriana disciplinada y aguerrida donde la entrega por la causa era total.

Años de poder, fuerza, decisiones políticas acertadas unas veces, otras todo lo contrario. El poder político en unas décadas vivió bajo el paraguas del poder sindical con lo que esta actuación significaba para el futuro de la región. Nadie movía un dedo sin su consentimiento. La minería era un sector con mucha resistencia, mucha fortaleza y mucha robustez, especialmente en el campo sindical, lo que le llevó a ser un personaje con brío, impulso y pechugón. Y con mando en plaza durante muchos lustros... Pero de la noche a la mañana nos levantamos con una cruel noticia y todo su aura de hombre directo, entregado a su sindicato y a las comarcas mineras quedó tirado por los suelos y arrastrado por un vendaval mediático. Su figura, en ocasiones elevada a las alturas y con esculturas y homenajes por estos entornos, se rasgó de cuajo y causó al sindicato un mal gravísimo que casi no tiene cura. Toda esa entrega de años, sus órdenes y su manera de concebir el sindicalismo se hundieron en segundos y se fueron por la rejilla de la indiferencia. Sus próximos, salvo excepciones, lo dejaron de lado, lo criminalizaron por su actitud y con el silencio cómplice lo abandonaron a su suerte. Un síndrome confusional, amén de otras dolencias lo postraron en cama y a partir de esos momentos críticos se entregó a sí mismo y se olvidó del mundo regional y del universo sindical. No sabe nada, no sabe que ocurrió, no entiende su situación. Algunos cercanos que lo visitan en el barrio de la Florida en Oviedo apuntan que pasa las horas entre la cama y la terraza, envuelto en su pijama de rayas y sufriendo un mal sicológico que lo deja hundido moralmente.

Ya nadie habla de este hombre, nadie quiere cuitas con él, la amnesia de muchos es elocuente, el sindicato sigue por su territorio con otros dirigentes, el montepío de la minería lo está pasando mal y el mundo minero lo tiene apartado. Una lástima. Ahora su persona es malévola, huidiza, traicionera, epítetos guardados en la alacena de muchas memorias que no quieren salir a la luz... En su rincón doméstico, el otrora jefe supremo del sindicato minero SOMA vive sin vivir y sufre sin conocer el sufrimiento, hechos que van minando su cuerpo y mente. Sus obras han quedado borradas en el tiempo y su labor sindical se escapó por esas cloacas de los viejos pozos hulleros. Sus favores están en el olvido y sus disputas más de lo mismo... Nadie habla de él, nadie quiere saber por su estado, salvo excepciones, nadie menciona su nombre y este pobre hombre entregado por su mala praxis a una cama eterna y misteriosa, sólo sabe que la sociedad le dio la espalda y que los tribunales están esperando a dictar sentencia. Los mineros, las Cuencas y Asturias viven bajo el síndrome perenne de la decepción... ¡Ay! La condición humana.

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