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Rebajas

Las presuntas bajadas de precios que llegan con el inicio del año en artículos como la gasolina y la luz

Aún sigo emocionado con la rebaja de diez céntimos en el peaje de la autopista del Huerna. Diez céntimos, Dios mío, qué alivio para los bolsillos resecos. Y lo del precio de los combustibles sería como para echarse a la calle a bailar la conga de no haber investigado en el histórico de precios del petróleo. Porque la última vez que tuvimos el crudo a este nivel pagábamos en los surtidores un tercio menos de lo que nos cuesta hoy. Que porque hayamos bajado de la barrera del euro por litro no significa que esté a precio de ganga. Ni de coña. 150 pesetas por litro no es ningún regalo. Y menos con la cotización actual del barril de Brent. Y aseguran que en la electricidad el gas domésticos también hay rebajas. Pero son unas rebajas que solo afectan al precio del producto en sí, no a los añadidos de la factura, las moratorias, el recargo ecológico, el alquiler de contadores, etcétera. Ya veremos cuando tenga el recibo delante de los ojos, pero estoy seguro de que lo que se abarate por un lado se encarecerá por el otro. Bueno, y lo de la revalorización de las pensiones en un 0,25% ha sido celebrado por todo lo alto en casa de mi madre. Se acabó la miseria, hijo. Di que sí, mamá. Vamos a la marisquería a fundirnos el sobresueldo. Y no nos dio ni para abrir la puerta. Pero esa alegría ya no nos la quita nadie.

Lo que de verdad sigo sin comprender es el motivo de que la luz y el gas lleven aparejados un 21% de IVA. No lo entiendo. Es evidente que se trata de una fabulosa fuente de recaudación de impuestos pero, vamos a ver, para mí que algo de suministros de primera necesidad sí que tienen. Y, si me apuran, son más necesarios que el pan. Y tanto como el agua. Sin embargo, nos clavan el 21%, el mismo tipo de IVA de un coche nuevo, una joya, la entrada de una discoteca, el tabaco o las bebidas alcohólicas. Como si fueran servicios de los que uno puede prescindir. Que poder, podemos, pero no creo que sea plan de ponernos a hacer fuego en el suelo del salón.

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