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Desde mi Mieres del Camino

La espondilitis, un mal actual que avanza

Yolanda Díaz Calvo, un caso de auténtica rebeldía

Aunque parte de "Desde mi Mieres del Camino" el trabajo de hoy bien puede servir para Asturias, España o el mundo entero, pero? Hay un mierense de adopción que, a los siete años, sintió el zarpazo de la enfermedad. Le confundieron el diagnóstico en varias ocasiones, con algo así como tuberculosis ósea, y aplicando el remedio por el lado contrario, es decir, en vez de rehabilitación, reposo absoluto incluido enyesado y hasta tres años de un golpe en la cama. A los veintidós años, inválido casi por completo y con varias secuelas para toda la vida, fue declarado pensionista de invalidez absoluta con una miseria de pensión. Allá por el final de la década de los setenta, un día en plena calle lo para un joven de unos treinta años y le suelta: "Tú, amigo, tienes una espondilitis". Asombro en el enfermo que nunca había oído tal definición. Quien le hablaba era el doctor Pedro Sabando, jefe del departamento de reumatología del Gran Hospital de Madrid. Fue su salvación. Y no por casualidad. Ambos tenían un amigo en común, el que fue párroco y sigue hoy como alma mater de la Iglesia de San Juan Bautista, Nicanor López Brugos. Y hasta aquí puedo decir?

La enfermedad de la espondilitis anquilopoyética es hoy conocida, pero no todos saben manejarla. Y se ha revelado como una de las dolencias que, con mayor fuerza, forja el espíritu de lucha y la voluntad de los enfermos. Ahí tenemos el ejemplo de Yolanda Díaz Calvo, de cincuenta años, casada con el minero prejubilado Oscar González y madre de dos jóvenes de treinta y veintidós años. A sus veinticinco abriles sintió el zarpazo de la enfermedad y a ella, de principio, tampoco le acertaron. Que si pies planos? que si caderas desgastadas? que si pitos, que si flautas. Ella sabía y sentía que había algo más. Su columna rígida balanceándose a ambos lados, su fuertes dolores en articulaciones y otros síntomas inequívocos, le llevaban camino de la desesperación, dispuesta a no vivir en aquella situación, hasta que, a los cuarenta, y como resultado de su visita a la doctora reumatóloga de turno Isabel Zapico y tras la prueba genética, le descubren que tiene una espondilitis como una casa. Y entonces ella decide no rendirse y declara que "fue, ese día, uno de los mejores de su vida, porque sabía, por fin, lo que padecía".

Laboriosa desde sus años juveniles, trabajó de dependienta y limpiadora, hasta que se hace camarera de habitación con plaza fija en el hotel-balneario de Las Caldas, donde desarrolla una fuerte actividad que le sirve de plan de rehabilitación y de afán superativo. Hoy día es una mujer decidida que además estudia inglés, toca la guitarra, es voz activa del Coro de la Escuela de Música de Mieres y fue cofundadora del grupo "Amalgama Teatro".

Como era de esperar hubo de responder a duros tratamientos primarios, a base de inflamatorios que incluso le provocaron una angina de pecho. Puesto el mal en pantalla le aplican la solución adecuada a base de Infliximab. Esto ocurre en Oviedo, ya que los otros hospitales asturianos, no tenían servicio de reumatología. Y... ¡lo que es la vida! Por la política, de recortes, claro. Un día en la capital le dicen que no pueden suministrarle más el tratamiento, por eso, por los dichosos recortes, y que la única solución es que se empadrone, con toda su familia, en la Vetusta de Clarín. ¡Como para clamar al cielo!

Se resiste y decide luchar contra semejante injusticia. Remueve Roma con Santiago, sobre todo ente el alcalde de Mieres Aníbal Vázquez, al Jefe del Área de Salud Primaria de esta zona y algunas teclas más, incluidos políticos y medios de comunicación, hasta lograr una solución y seguir en su patria chica, puesto que nacida es de la calle Covadonga, en pleno barrio de La Villa.

Hoy Yolanda Díaz se siente satisfecha y pese a ciertos cuidados y limitaciones, lleva una vida normal, segura de sí misma y por fin, conocedora de su enfermedad de espondilitis anquilopoyética, acompañada de ciertos amagos de artritis reumatoide, lo que le hace enfrentarse a su presente y futuro con dignidad y buena dosis de seguridad. Un ejemplo más de que este tipo de males refuerzan la voluntad y el tesón del enfermo.

La espondilitis anquilopoyética es una enfermedad que afecta principalmente a la columna vertebral y a las articulaciones periféricas. Produce fuertes dolores en las partes afectadas con rigidez vertebral, pérdida de movilidad y deformación articular progresiva. En determinadas ocasiones y pacientes, puede verse complementada con manifestaciones extraarticulares, como es el caso de la iritis consecuente en los ojos. La causa principal viene siendo, aún hoy día, motivo de desconocimiento, pero sus manifestaciones guardan relación con un marcador genético común, que aparece en la mayoría de los afectados, no estando, por lo tanto, descartada la posibilidad de su condición de herencia familiar. Se trata de una enfermedad que mayoritariamente se manifiesta en la adolescencia o la juventud, siendo los hombres el índice más afectado y viene a producirse en un caso entre mil habitantes. La rehabilitación adecuada y los tratamientos modernos para combatir el dolor, están siendo el remedio más recomendado para tener la enfermedad a raya.

Pedro Sabando Sánchez es gijonés, nacido en 1941, actualmente en situación de jubilado, aunque colaborando abiertamente y de forma por completo desinteresada, en varios frentes contra las enfermedades reumáticas, como doctor que es en Medicina, Cirugía y Reumatología, habiendo desarrollado gran parte de su actividad, de forma total y entregada, como jefe de departamento en el Gran Hospital de Madrid, posteriormente Hospital de la Princesa. También lo fue de la Residencia Covadonga de Oviedo.

En el plano político fue subsecretario de estado para la sanidad en el gobierno de Felipe González. Posteriormente colaboró con Joaquín Leguina siendo consejero de Sanidad de su Gobierno madrileño. Aún desarrolló cargos de diputado nacional, senador y diputado de la Asamblea de Madrid. Posee varias distinciones como es la posesión de la medalla de oro de la Organización Mundial de la Salud (OMS).

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