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Dando la lata

De puntillas

El año ha comenzado de un modo atroz para centenares de mujeres alemanas: asaltadas, vejadas, agredidas y violadas. Una acción organizada, coordinada y ejecutada simultáneamente en varias ciudades germanas. Y, por los datos actuales, parece claro que los autores han sido árabes acogidos. Y quizá, precisamente por eso, por el origen de los criminales, el asunto se está tratando con una mano de seda sorprendente, pasando de puntillas sobre una bestialidad que deja más de 500 víctimas reconocidas. Porque, claro, es políticamente incorrecto afirmar que entre los miles de refugiados inocentes y desvalidos llegados a Europa se ha colado un buen número de grandísimos hijos de Satanás determinados a destruirnos desde dentro. Por si fueran pocos los enemigos mortales autóctonos, también los importamos. Y como quienes alertaron de que entre la marea humana se filtraría lo peorcito del mundo musulmán fueron inmediatamente tachados de xenófobos, fachas, nazis y racistas, cualquier manifestación de repulsa debe ser evitada. Para las mujeres violadas en Alemania no hay lazos, velas, vigilias ni concentraciones. Tan solo un vergonzoso silencio y una cortina que oculte el espanto. ¡Qué asco!

Desde que se tuvo conocimiento de los ataques de Nochevieja me he preocupado de seguir las informaciones españolas, las reacciones de los colectivos más significados en la lucha por los derechos de la mujer y los partidos políticos. Cuánto sigilo. Los mismos que saturan los medios de comunicación y las redes sociales cada vez que, por ejemplo, un cura dice una estupidez, se mantienen en completo silencio ante hechos tan terribles. ¿Cuál es el motivo? El origen de los autores. Los que se lanzaron en picado a desacreditar a cualquiera que cuestionase la política de puertas abiertas ahora enmudecen y miran hacia otro lado ante el prólogo de lo que puede ser -ojalá me equivoque- el comienzo de una cadena de barbaridades. Sostenella y no enmendalla. Pues yo no me callo. Las víctimas, todas esas mujeres y las que vendrán -porque habrá más- no merecen la consideración de daños colaterales. Porque, que se sepa, los protocolos de acogida no incluyen el derecho de violar a las europeas. Y a ellos, a esas bestias inmundas, tras ser capados a lo vivo, qué menos que devolverlos al desierto del que vinieron para que sean devorados como la carroña que son. Qué menos.

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