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Cosas de Duke

Marcelino M. González

Duérmete niño

Desde que tuvo lugar la constitución del parlamento el pasado día 13 han corrido ríos de tinta, y chorros de voz, acerca de la presencia de un bebé de seis meses de edad en la bancada de Podemos. El hijo de la diputada y número tres del partido, Carolina Bescansa, que lo llevó allí para que descansase y de paso darle de mamar. Porque puede, ¿cómo no? Y se virtieron opiniones de todos los colores y para todos los gustos que no vamos a resumir aquí. Pero nosotros pensamos, sin que nos quepa la menor duda, que ese acontecimiento no es más que una representación teatral del partido emergente porque, al margen de la existencia de una guardería en las dependencias, el guaje iba con tata, esto es que llevaba una cuidadora que, sin duda, le cuidó cuando después del acto salieron eufóricos a la calle con Carolina sujetando el trapu, acompañada de Pablo y de Íñigo que, por lo que se ve, ya no necesita tata ni que le den de mamar. Lo de chupar del tetu ye otru cantar.

Imaginemos por un momento que veinte o cincuenta diputadas, de entre el 40% de las que hay actualmente, siguiendo el ejemplo de Carola, se les ocurre llevar a las sesiones del Congreso o del Senado a sus vástagos, y vástagas, porque no tienen dónde dejarles y de paso ahorrarse unas pelillas. Cada dos o tres horas el Presidente tendría que declarar recesos y decir: "se interrumpe la sesión. Es la hora del Colacao. Del mame, o del bocata de nocilla". Llegaría un momento en que muchos abandonarían porque, evidentemente, así no hay quien legisle, que es a lo que van allí y no a escuchar lloros y pataletas, y a ver cómo tienen sus razones sus señorías diputadas. O para distraerse viendo lo ricu que ye el neñu, la marca de pañales y los aromas de la caquita. ¡Qué va, no ye serio! Luego está la forma de prestar promesa verbal y gestual, que no juramento, de todos los diputados del futuro grupo -o de los futuros-, cada uno con su propia fórmula y todos con una distinta, de manera que el resto de diputados estaban absortos y alucinados con el esperpéntico vodevil que allí estaba teniendo lugar. Con lo fácil que ye decir "Sí, prometo" y acabar el acto protocolario de una puñetera vez, que me despertáis al neñu. Por eso debieron de apagar la megafonía. Total, que estaremos pendientes a ver si se repite.

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