¿Por qué un libro para tratar la decadencia y extinción del cine Serie B, del cine de género europeo, del cine pobre y sin pretensiones? ¿Por qué lamentar el ocaso del cine menor, deficiente en su voluntad de cartón-piedra, francamente malo tantas veces? ¿Por qué orquestar un ceremonial reflexivo de plañideras en torno al cadáver (poco exquisito) de una producción audiovisual frecuentemente asentada sobre la picaresca y la tropelía en busca de la taquilla sin hacerle ascos al engaño del respetable?

Pues por una razón básica? El ocaso de este cine de segunda (o tercera) significa (como agente y como síntoma) un cambio brutal en las formas de hacer y ver cine, en los imaginarios a los que sirve, en los modos de producir y distribuir baja (y alta) cultura, y, en suma, en las maneras de entender y actuar en el mundo?

El cine de género europeo desarrollado en los tres lustros que van de 1960 a mediados de los años 70, logró competir con ventaja frente a la industria norteamericana; naturalizarse a partir de la idiosincrasia propia de los distintos países (dando lugar a géneros tan peculiares e inconfundibles como el "giallo" en Italia, el "polar" en Francia, el cine "quinqui" en España, o el "terror gótico" en el Reino Unido, por citar algunos) e influir incluso, desde ellos, en la poderosa industria hollywoodiense; desarrollar por primera (y única) vez algo muy parecido a sistemas cinematográficos nacionales que potenciaban su capacidad de producción y exportación mediante una extendida y dúctil red de coproducciones internacionales; consolidar, así, una notable nómina de excelentes profesionales y artesanos que, en el marco de esa cooperación paneuropea, servían no sólo al cine de género, sino que eran la base necesaria para la ebullición de constantes movimientos de cine de autor (del expresionismo al surrealismo, del Cinéma vérité al neorrealismo, de la nouvelle vague al free cinema?); y combinar, en fin, la honestidad semiótica con una cierta capacidad de improvisación y picaresca pragmática para servir a las necesidades de entretenimiento con producciones bien asentadas sobre las bases de la sociedad a la que se dirigían.

Por eso es tan necesario y urgente adentrarnos con tanta modestia como voluntad de hallar respuestas, en el inabarcable maremágnum de la producción de cine popular europeo posterior, desde 1975 hasta los inicios de los 90, para buscar, en esos últimos estertores, qué se esconde bajo la decadente falta de resuello? Sin duda, la amenazante y ya evidente presencia del embrión (alumbrado por Lucas, Spielberg y su nada santa compaña) de lo que serían los grandes "blockbusters" de Hollywood aplicando tecnología, estrellas y mucho, mucho, pero que mucho dinero a sus luchas galácticas, sus tiburones, sus monstruos o sus exóticos exploradores para hacer que los viejos géneros populares, desinhibidos y un poco brutos como la literatura de quiosco, no pudiesen ya a volver lo que habían sido? Y se convirtiesen en best-sellers de engañosas tapas plastificadas. Así que, paralelamente, iban desapareciendo las redes de "distribución natural" de ese cine B, los cines de pueblo, los de barrio, las salas de reestreno? Y con ello nuestra mirada iba perdiendo buena parte de su educación sentimental, de su mismo ser, tan perverso como frágil. La irrupción de la televisión, primero, y del vídeo doméstico, más tarde, ahondaron esa debacle de butacas y pantallas donde habíamos vivido nuestras primeras experiencias de ensoñación infantil y adolescente? Así que, mientras esos nuevos "blockbusters" incipientes asentarían sus reales en modernas multisalas para un cine de edición que dejaría su verosimilitud a la pericia en el manejo de los pixeles que mantuviesen embobadas las nuevas audiencias de "eternos adolescentes", peterpanes en su particular País de Nunca Jamás cada vez más alejado del mundo real, las instituciones europeas iban dejando su apoyo al cine en manos de "comités de sabios" tan partidarios de la alta cultura que acabaron por extender el certificado de muerte del cine popular y alejar al público de cualquier sala con película no hollywoodiense.

Los fenómenos de explotación con la que el cine de género europeo intentó defenderse desesperadamente, en su agonía final, de los "productos globales" norteamericanos no hicieron más que poner de manifiesto lo irreversible de su proceso terminal? Porque, y esto es evidentemente lo más grave, las miradas ya habían cambiado a través de un proceso masivo de aculturación a favor de iconos, relatos y estéticas homogeneizados para una globalización simbólica poco inocente, al servicio de un imaginario para el nuevo statu quo.

Decadencia

Completada la debacle por el espíritu (y autocensura) de "lo políticamente correcto", tan ajeno a la ironía, el velado erotismo, el colorista absurdo, la voluntaria intrascendencia o la sencillez refinado del venerable género europeo mundano y en sazón más allá de su precariedad económica y voluntad masiva, el camino expedito para la identificación de lo popular con lo consumible en un mercado global de representaciones que funden lo virtual con lo real para evitar cualquier reflexión que pueda derivar en resistencia ante los imaginarios convenientes.

Hacer pues, aquí y ahora, la crónica de la decadencia del género europeo no es una cuestión de veleidades frikis o nostalgias de gentes que ya no cumplirán los cincuenta, sino, sobre todo, ensayar el desbrozamiento de la enmarañada selva de árboles variopintos que envuelve (y dispersa y oculta) la desaparición de todo un universo de discurso, una cosmovisión popular, una forma de la cultura de masas que acaso deba ser valorada y reconocida para regocijarse en ella desde el presente y aportar sus ideas al debate sobre los retos contemporáneos y del futuro? Y a ello se aplica cada uno de los apartados, de los capítulos de los párrafos de este libro. Porque la memoria visual de todo esto, recogida aún en ciclos como "Peor? imposible", en fanzines como "Exhumed Movies" o en blogs como "La Abadía de Berzano", entre otros muchos, amenaza ya con ir perdiéndose ante nuestros ojos. Y si, como decía Jesús Franco no hay un cine serie A y un cine serie B, sino un cine con o sin ideas, poner negro sobre blanco las ideas sobre este tiempo de este cine de gente que las tiene es contribuir, de algún modo, a que el cine del mañana no sea una mierda? Para que el mañana del mundo tampoco lo sea. Así pues, los ciudadanos de Asturias y en particular los del Nalón, tuvimos la oportunidad el viernes de estar en un hermoso acto que se celebró ayer a las 20 horas en la Casa de la Buelga de Ciaño, con la colaboración del Ayuntamiento de Langreo y de LA NUEVA ESPAÑA.