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Desde mi Mieres del Camino

La banca y su cambio generacional y operativo

La relación personal entre los clientes y los responsables de las sucursales se ha debilitado con el tiempo

Hablar hoy día de la banca o acción bancaria a cualquier nivel y como consecuencia de los últimos acontecimientos, parece que es motivo de que uno reciba el latigazo de un repelús. Y es que, aparte de ser, hoy día, imperativo ineludible una relación con esta importantísima faceta de la escena mundial, existe la impresión generalizada de que su imagen no "cae" bien entre la ciudadanía, por aquello del uso más o menos fraudulento que determinados personajes hicieron de ella para beneficio de sus propios bolsillos y aún, en la actualidad, persisten los efectos de esas jugarretas entre muchos españolitos que apostaron sus ahorros de muchos años a sensaciones preferentistas, alimentados por cantos de sirena y más tarde indignados por el abuso consumado de las llamadas tarjetas opacas, ahora mismo en plenas manos del poder judicial.

Sin embargo, en cada sitio y lugar, en este caso Mieres, hubo una época de cierto idilio entre los bancos de entonces y sus clientes, por aquello de que las direcciones de sus sucursales en plaza, estaba en manos de mierenses de nacimiento que, aparte de alcanzar el máximo puesto por méritos propios, conocían el ambiente y el percal de quiénes se acercaba solicitando apoyos, en forma de créditos, prestamos o similares, para hacer frente a situaciones más o menos problemática, de su pequeña o mediana industria, o bien su negocio por vía autónoma. Además, solían tener voz autorizada ante estamentos superiores, y en algunos casos poder de decisión personal. Así ocurría con aquel cliente que, responsable y cumplidor, se venía inmerso en una crisis de su labor industrial, y encontraba respuesta positiva a su petición de llamémoslo "auxilio", por decisión o recomendación del director de turno. Sin embargo quién se acercaba al despacho del mandamás, rodeado de una aureola de trampas, embustes y falta de responsabilidad, se hallaba solamente con la puerta de salida.

En esa línea podemos citar al malogrado Ramón Menéndez, Ramonín, el del Herrero, como popularmente se le conocía, a Manuel Alvarez, Manolín el de Banesto, a Manuel Baragaño, Lito Baragaño el del Bilbao, Adolfo Matilla el del Gijón e Hispano-Americano, José Manuel Cernuda y Antonio Matilla, de Cajastur, y alguno otro más que involuntariamente se puede quedar en el tintero, desde los viejos tiempos de Pepe Casal y Ramonín Antuña, en la antigua Caja de Ahorros de Asturias. Y eso sin citar a directores de zona de esta entidad que, sin ser nativos, también dejaron santo y seña de su buen hacer y comprensión a favor de muchos aspectos personales y colectivos del Mieres de entonces.

Precisamente ante una de las figuras de director de banca, de aquellos tiempos, debemos detenernos hoy, por sus especiales características y por su "duende", a la vez que el "pulso firme" para desarrollar su trabajo. Se trata de Manuel Alvarez, hijo de Manolín el cartero que traía, para la propia banca y el comercio, el correo y los paquetes desde los trenes de Renfe, y de Adela la pescadera con puesto en el mercado cubierto de esta villa mierense.

Manolín, nacido en los últimos toques de la década de los treinta del pasado siglo, entró en Banesto (por cierto que esta abreviatura del Banco Español de Crédito respondía a una existencia patentada para el trasiego de telegramas que entonces se usaban mucho, según su propia versión), entró en el banco el uno de mayo de 1955, con 16 abriles y categoría de botones, asunto que le exigía lucir uniforme. A partir de entonces y durante un periodo cercano a los cuarenta años, concretamente hasta octubre, de 1993, pasó por todas las categorías, a saber, ordenanza, auxiliar, oficial de primera y segunda, apoderado y director jefe de primera, hasta que a los cincuenta y cinco años, se prejubila. Hoy disfruta de un más que merecido descanso, se encuentra en plenitud de sus facultades y puede decirse, sin ningún tipo de dudas, que su figura, a nivel popular, goza de la estima y el reconocimiento de la mayoría de los mierenses y forma parte del paisanaje más carismático de este pueblo, siendo, en su día, despedido con un emotivo homenaje por parte de un granado grupo de clientes y amigos. Aún se podría añadir algo más en su favor como cualidad innata y es la seguridad de que, en ocasiones, sus jefes se veían obligados a pegarle un toque de atención -eso sí muy amablemente y en plan amistoso- por su disposición a cumplir con la gente que llegaba a su despacho en demanda de una solución para su problema.

En otro aspecto de la banca de aquellos años sesenta, setenta y ochenta, era tendencia obligada que las sucursales de los grandes bancos se ubicaran en aquellos puntos urbanos donde más se daba la concentración de sus habitantes, es decir, los más concurridos. Y con esa etiqueta Mieres se llevaba la palma, concretamente su principal arteria que en estos momentos responde a la denominación de calle Manuel Llaneza, aunque también algunas de sus adyacentes solían servir de soporte añadido. En ese sentido los "rompedores" del cotarro eran el Banco Asturiano, el Herrero y el Banesto. Por aquel entonces la Caja de Ahorros de Asturias se encontraba en La Pasera y posteriormente bajó a Jerónimo Ibrán que era, precisamente, adyacente a Manuel Llaneza. Más tarde, con uniones, fusiones y otras apariciones, fue cambiando el panorama hasta el momento actual con nueva configuración.

De todas formas persiste esa tendencia local de concentración y en estos momentos la calle Manuel Llaneza alberga la base y el contenido de todo el movimiento bursátil de esta importante plaza, que ahora mismo ya no lo es tanto tras el "bajón" de la industria extractiva y el cierre de un buen puñado de empresas. Eso sí, al frente de las sucursales ya no están, normalmente los mierenses, sino que los elegidos se "mueven" por arte de las decisiones centrales, como si de piezas de un ajedrez se tratara.

¡Ah!. Y ya no existe ni Caja de Ahorros de Asturias, ni tampoco Cajastur. Liberbank ocupa en la actualidad su sitio con otra estructura y con otro talante muy distinto.

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