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Desde la Meseta

Mosquitos

No son una moda. Son un peligro que invade unas zonas de Sudamérica, primordialmente, pero que viajan con nuestras maletas hasta donde pueden vivir un tiempo los muy dañinos. Producen males menores y pasajeros, pero ahí están dando la lata los mosquitos tigre. El propio nombre nos asusta y son vistosos por sus rayas similares a los felinos.

El mosquito vulgar, el nuestro, maldita la gracia que nos hace. Menos mal que desde hace bastantes años podemos dormir tranquilos gracias a los dedetés que, enchufados a la corriente eléctrica, despiden un olor para ellos desagradable. Para los tigres se precisa fumigarlos "a toda pastilla", en cantidades industriales, como estamos viendo en almacenes, en aeropuertos, en todas las partes, de tal forma que hasta la Organización Mundial de la Salud está preocupada por su difusión. Yo tengo un recuerdo similar que les cuento, porque ya saben que lo mío es recordar viejas cosas.

En julio de 1985 viajé a Escandinavia. Ya en Finlandia fuimos a Rovaniemi y cruzamos simbólicamente el Círculo Polar Ártico, como es tradicional por los turistas. Creo que fue a las afueras de Rovaniemi donde dormimos en un hotel extraordinario hecho de madera. Antes de salir para el hotel nos recomendaron que comprásemos insecticida para echar por todo el cuerpo, incluídas las piernas, porque los mosquitos que habitaban en los bosques de Finlandia traspasaban la ropa para picar a los seres humanos. Algunos pensaron que era una exageración, pero no fue así. El aguijón de aquellos nórdicos mosquitos tenía muy mala leche, de tal forma que los nativos los llamaban: "Fuerzas aéreas finlandesas".

No obstante las cremas compradas y usadas por recomendación no evitaron que estuviésemos arrascandando aquellas picaduras durante unos días. A medida que subíamos más al norte, se fueron retirando aquellos puñeteros "aviones".

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