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La educación que todos olvidan

Ejemplos para conseguir una enseñanza de mayor calidad y que beneficie a las futuras generaciones

Hace pocas fechas, coincidiendo con el final del parón navideño, y el consiguiente retorno a las aulas, aparecía en LA NUEVA ESPAÑA un interesante artículo en la sección firmada y plasmada en editorial. Versaba sobre la Educación patria y la vertiginosa caída, hacia los abismos más oscuros del averno, que ésta había experimentado. Era una columna escrita, al menos esa impresión me dio, por los dedos y al dictado del conocimiento de alguien que se había empapado de su mundo, de la docencia porque conocía de primera mano los guisos, caldos y mejunjes que se usan y estilan en la cocina del saber. Fajado y forjado, entendí, en las mil y una triquiñuelas usadas para enseñar lo que tanto nos cuesta a todos comprender; la vida misma. Curtido su cuero, por las batallas y emboscadas en las trincheras del aula. Se me antojaba que un compañero de esta sacrosanta profesión habría cambiado la tiza y la pizarra por el ratón y el teclado del ordenador y seguro que gracias a la experiencia ganada al mar desde la nuechi de los tiempos, al norte de la añorada época del BUP y COU, hasta el profundo sur de la insípida LOMCE, pretendía enmendar la plana a todos los legisladores pretéritos y presentes, eméritos o circunspectos que nos regalan, canción tras copla, con legislaciones educativas tan dispares como lo son el abrasador sahel del Sáhara y la gélida ventisca de Aslaska.

Con trazo firme y decidido, el propio de quien tiene la razón frente a los necios, comparaba la actual labor docente en Espanera, más en la órbita de la mastodóntica burocracia y negada ante la necesaria capacitación del alumnado, con la ágil escuela de nuestros vecinos nórdicos. Allí, por ejemplo en Noruega, en solo una generación, se logró reducir un fracaso escolar absoluto, pintado cual cuadro abstracto, con unos datos que asustarían al más pasmado, por terroríficos, y que superaban el noventa por cien del alumnado. Y desde aquella atrocidad palmaria, propia del tercer mundo, con el esfuerzo conjunto de todos los agentes implicados, se logró reducir la pandemia de abandono escolar hasta los niveles presentes que están muy por debajo del diez por ciento. Y ¿Cómo lo lograron? ¿Cuál fue la piedra filosofal?? ¿Qué bálsamo de Fierabrás?? ¿Regalaron caramelos por ir a clase? O ¿se conjuraron todos para jugar las runas y elevar las plegarias a Odín?

No, por contra, todo fue consecuencia de una valiente política que dio valor a los escasos mimbres que se tenían. Se logró hacer converger a lo mejores alumnos de cada promoción con los profesionales más entusiastas, empáticos y asertivos, para que década tras añada se generara una educación de calidad capaz de retroalimentarse como si se tratara del plan estratégico de cualquier empresa líder en su mercado. Algo que garantiza el éxito, o al menos muestra el camino hacia lo que interesa en este ámbito, una enseñanza de calidad. Y eso, pese a quién pese, aplasta la tozudez de los que creen que la educación no es cuestión del Estado. Lo es y casi me atrevería a decir que de honor. Es éste el encargado de crear instrumentos para lograr los objetivos de excelencia, motivación y éxito del alumno, pero también sin olvidarse del profesor y de todos los miembros de la Comunidad Educativa del país porque son recursos disponibles y escasos. Todo lo demás pinta poco más que un montón de caca del olor nauseabundo que no llena ni a las huestes afines al gobierno que las genera y que además ni siquiera sirve como abono para el cultivo. Batallas siempre baladís sobre la necesidad o no de impartir asignaturas en primaria, en la lengua de Shakespeare, que solo sirven para que los alumnos sean visitados por un par de profes en cada materia; sobre la incrustación de la religión en el Proyecto Curricular, cuando estamos en un Estado laico, al menos supuestamente. Otra cosa, bien distinta, sería dar Historia de las Religiones porque todas ellas forman parte de las Culturas humanas. La gran atrocidad de pretender eliminar o reducir horas de docencia en Matemáticas, Lengua Española, Historia o Filosofía porque los alumnos tienen horarios "cargados".

Y un paso más allá, pretender eliminar los "deberes" porque los niños no son felices. ¿Cuántos de nosotros no debimos quedarnos una o varias tardes en casa por los "homework"?? ¿Tan mal salimos?? Permitidme que lo dude.

No fui un alumno empollón, ni mucho menos brillante como una estrella fugaz, me consideré siempre del montón y como cocinero antes que fraile entiendo que los senderos de la vida están sembrados de rosas, pero también de cantos. Pretender lo contrario, desposeer al mariachi de la piedra en el camino, amén de quitarle el alma a su canto y el destino de rodar, solo sirve para dar empleo a peonadas que se dediquen a allanar quebrantos con planes de empleo, pero debilitan voluntades y hacen torcerse los destinos. Y eso aunque facilita la gobernabilidad de un país, porque a la ciudadanía le falta habilidad para recoger y procesar datos, lleva a que la brecha se amplíe peligrosamente respecto a quienes consideran la educación cuestión principal de Estado. Y finalmente, a convertirse en pueblos culturalmente flácidos y fáciles de colonizar. ¿Quién me compra un aeropuerto por diez mil euros?? ¿Cómo vendo un centro comercial a precio de saldo?? Sencillo, diciendo que son ejemplos de inversiones internacionales que reactivarán la economía. ¡Sí, Bwana! Lo que usted diga, Masa!

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