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Velando el fuego

Líneas completas

La exposición del fotógrafo de LA NUEVA ESPAÑA Fernando Rodríguez sobre las movilizaciones mineras

Cuando salí de la Casa de Cultura de Riaño, a donde había ido a ver la exposición del fotógrafo de este diario, Fernando Rodríguez, no pude menos de formularme esa pregunta que todos nos hemos hecho alguna vez al encontrarnos delante de una obra de arte. Atracción, seducción, fascinación? ¿Qué era, en realidad, lo que me había hecho vibrar al contemplar la muestra sobre las movilizaciones mineras que tuvieron lugar durante el verano de 2012, acompañadas de algunas instantáneas más antiguas?

No resulta sencillo responder a este interrogante, y a buen seguro que los motivos de cada cual pueden ser variados, e incluso distintos. Quizás una de las conclusiones con las que podría estar más de acuerdo es con la del crítico literario, semiólogo y escritor Roland Barthes, que, en uno de sus libros: "La cámara lúcida", considera que la fotografía es, sobre todo, el principio de una aventura. Y creo que esto fue lo que sentí yo en aquellos momentos. Que estaba iniciando un viaje que, además, se me asemejaba a una ruta muy querida para mí, cual es la cinematográfica. De modo que en cada fotografía yo veía un exacto fotograma: la exposición está montada a semejanza de una perfecta secuencia, con un final tan coherente como conmovedor, en el que unos mineros entonan el Santa Bárbara bendita.

Adentrándome ya en los paisajes de esa extraordinaria aventura, dos fueron los ejes que me guiaron durante la misma. Las líneas y miradas que, a mi juicio, sostenían la cadena fotográfica. Una composición acertada a través de las líneas, así como un enfoque preciso, aderezado con distintos puntos de vista (la cámara por delante o por detrás de los acontecimientos, y siempre desde la inmediatez de los mismos). Un modo de inventariar el día a día de quienes tienen razones sobradas para la resistencia, en unos tiempos oscuros en los que, parafraseando las primeras palabras de la cita de Ortega y Gasset: "En la lucha hay que entrar dispuesto a todo?".

Aficionado a los fondos de pantalla interiores, a esas visiones que desvelan y revelan a un tiempo el lado más oculto del que procedemos -la oscuridad como paradigma de la luz-, no pude menos de sentirme emocionado al contemplar los precisos movimientos de cámara que lo mismo delataban la preocupación de los familiares como el juego de los niños delante de la mina o la salida de los encerrados en el pozo. Puesto a elegir una -si bien reconozco las dificultades que ello tiene-, quizás mostraría mi especial predilección por la que, numerada con el 7/6/12, mostraba a seis personas: hombres, mujeres y jóvenes, en un plano en el que el juego de las manos resaltaba un conjunto tan armónico en su estructura como intenso de sentimientos.

El buen profesional sabe que no basta sólo con salir a la calle, máquina en ristre. Cualquier imagen con la que nos tropezamos es apenas un proyecto, una esperanza aún sin madurar, y que sólo cuando llega a ti y te muerde, y tú notas esa sacudida, ha de producirse el disparo. Y creo que Fernando conoce bien ese momento decisivo, sabe capturar el tiempo y suspenderlo, hasta conseguir atrapar el instante y su eternidad.

Sólo me resta desear que Fernando nos siga regalando su lúcida mirada, que, sin duda alguna, sirve para hacernos un poco mejores a todos.

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