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Desde mi Mieres del Camino

El concejo y la comarca, ¿tierra de sordos?

Una visión tanto física como social del problema de la pérdida de audición

Abordar, desde un espacio superconcreto como "Desde mi Mieres del Camino", una cuestión tan peculiar, plenamente actualizada y compleja, como es la sordera individual o colectiva, parece que se sale de toda lógica. Sin embargo las circunstancias del entorno mierense y de toda la comarca del Caudal, al igual que la del Nalón, invitan a correr el riesgo de adentrarse en tal cuestión, primero desde un plano puramente físico y corporal, y luego, aprovechando las características históricas e influyentes de los últimos sesenta años. Tampoco es despreciable la oportunidad de analizar la actual situación social, económica, demográfica en consecuencia de impacto total, sin olvidarse de las condiciones especiales de una zona española, el norte del mapa, especialmente y por fama reconocida, Asturias y el País Vasco. Como muestra simpática de plena actualidad, el efecto de interés y complicidad logrado a través del film "Ocho apellidos vascos", donde, como solemos decir los asturianos, el "padre de la rapaza", Karra Elejalde en su papel de Koldo Zugasti, hace alarde de esa condición de "hablador fuerte y rotundo".

Desde nuestra capacidad de "huérfanos" de todo rigor científico sobre las causas de la sordera física, parcial o total, hemos recurrido a una especialista en audioprotesismo, que en su condición también de psicóloga, puede y debe aportar serios datos de expresión autorizada, al estudio, aunque, ante muestro planteamiento de "es Mieres y esta comarca, ¿tierra de sordos?", contesta categóricamente con un sí rotundo. Sin exponerse a índices concretos, por tratarse de pequeño territorio del que no existen constataciones oficiales.

Carmen Martín Álvarez lleva ejerciendo su profesión en esta tierra desde hace veinte años y está en situación de mantener ese criterio de que esta cuenca minera (supone que también la del Nalón aunque no llegó a recoger directamente la realidad), cuenta con un alto nivel de personas con sordera física, sea parcial a total. Sitúa los efectos excepcionales, al margen de los habituales de enfermedades u otros agentes expuestos en los textos especializados, en un punto determinado con varias ramificaciones que van, desde los tiempos pasados cuando la industria siderúrgica mantenía fuertes niveles de del número de decibelios, algo que también las minas provocaba desde su condición industrial, sin que por aquel entonces existieran reglamentación alguna de obligado cumplimiento con medios para paliar los efectos de altos índices de agresión acústica, (afortunadamente hoy, para las nuevas generaciones, se han impuesto medidas correctoras de total obligación empresarial). Refiriéndose a un plano general, aquí sí que Carmen Martín determina que en Asturias un veinticinco por ciento de los mayores de sesenta y cinco años, sufre algún tipo de sordera y los de setenta y cinco abriles, un setenta y cinco por ciento, como consecuencia de la exposición prolongada de sonidos de alta frecuencia y ruidos fuertes.

Otra de las bases en la que sitúa su tesis, es el envejecimiento de la población, por arte de la "fuga" de una juventud obligada a buscarse los garbanzos lejos del terruño y de las prejubilaciones, que han permitido a muchas familias cambiar el timón hacia lugares más atractivos, lo que hizo bajar el pistón demográfico. Y por último la tendencia de que los asturianos, especialmente de las Cuencas, solemos gustar del "alto la lleva" en establecimientos de hostelería, a la hora de nuestra expansión lúdica y comunitaria. En definitiva que, como bien dice un viejo amigo, "hablamos a voces". Todos estos "adornos" hacen que el oído se resienta e inicie la cuesta abajo. En definitiva que Mieres y la comarca es tierra de sordos físicos, afortunadamente una sordera parcial, salvo los casos de rigor. Como es lógico, en contrapartida, la ciencia, para responder al problema, avanza con una rapidez asombrosa. En poco tiempo se ha pasado de aquellos grandes armatostes que "cabalgaban" sobre una o las dos orejas, a los diminutos audífonos de hoy día que son difíciles de detectar.

Ahora toca mirar a otro estadio de la cuestión que, sin embargo tiene también ciertas raíces en lo hasta ahora expuesto. Este nivel de sordera física de los asturianos en general y en este caso los mierenses, ¿Ha contagiado, de alguna forma, o se ha sumado a un estado de amodorramiento que hoy día condiciona el espíritu de superación y el deseo participativo de "sumergirse" en nuevas aventuras de acción colectiva en favor de una mayor proyección y atractivo de este pueblo? En pocas palabras, ¿Nos hacemos los sordos?

Indudablemente la pregunta se las trae hasta el punto de erigirse en materia gris, plana y apenas inteligible para un análisis. De todas formas el interrogante que podría resumirse en, ¿somos los mierenses sordos sociales que hemos perdido la facultad de percibir el eco indiscutible de seguir luchando por nuestro presente y por el futuro inmediato con vistas a lograr un ambiente más propicio que el actual? Aquí, en estos espacios, hemos dejado constancia de un estado de depresión colectiva a favor de los avances históricos y los de naciente factura, que se traduce en un marco de indiferencia, de acentuado pasotismo contra la lógica exigencia de meternos en aventuras más o menos complicadas pero necesarias para mantener los niveles de cohesión participativa, con el obligado relevo en aquellos movimientos donde la demanda sea inevitable.

Por supuesto que se impone la especificación digamos material de aquellos aspectos que hoy día aparecen como muestras claras y convincentes de esta realidad. Citemos pues, algunos ejemplos en forma de testimonios que han desaparecido del mapa. En esa línea, al menos por el momento, esta la Feria Industrial de Mieres; le sigue (aunque oficialmente no conste) el Centro Cultural y Deportivo Mierense con su manifiesto más influyente en su momento, caso de los Tribunales Populares; a continuación cabe citar el Premio Novela del Casino de Mieres; y puede que existan unos cuantos más de relieve que ahora mismo se escapa a la retentiva.

Pasemos pues a lo que aún mantiene el ritmo de una actividad prolongada. Sería injusto silenciar a la Asociación Cultural y Deportiva "Santa Bárbara" nacida a la sombra del declive minero, que es quién mantiene hoy el listón más alto y con un empuje esperanzador. Pero, ¿Qué ocurre con el laureado Orfeón de Mieres? Cierto que ahí está y participa, incluso con un amplio calendario de salidas. Sin embargo lo cierto es que esta realidad, que es digna de elogio, se debe en gran parte a las voces veteranas y una directiva, así como director con la suficiente generosidad para intentar seguir adelante. Desgraciadamente no aparece el relevo de nuevas generaciones. Tampoco se silencia que dentro del capítulo de música coral, viene con buenos bríos el coro y demás actividades de la Escuela de Música y esa aportación es alentadora. Luego la realidad de la Banda de Música, apoyada en la Asociación Mierense "Amigos de la Música", que suele ser una especie de calco de lo que arroja el Orfeón. Todo gracias a la aportación de unos enamorados del género y con ellos unos jóvenes músicos que alientan, por el momento, la ilusión, creo que sin percibir nada a cambio. No descartamos cierto "ruido de sables" (perdón, de ideas) que van tomando cuerpo en el movimiento ciudadano a través de las asociaciones de vecinos. Tampoco la realidad de un buen soporte por parte de los tradicionales focos solidarios contra el desmadre de la crisis. Punto pues a este capítulo que podría tener mayor dimensión ante la posibilidad de alguna omisión involuntaria.

Pero ¿es esta última exposición materia suficiente para borrar la sensación de que Mieres es un pueblo de sordos sociales? En fin, ante una posible interpretación errónea de la realidad, pido disculpas. A lo mejor es el "sordera" de turno, ese quien suscribe estas líneas.

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