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Velando el fuego

Muerte súbita

Los esfuerzos, el deporte y el mejor reparto de la tarta del fútbol

No hace mucho, a consecuencia del fallecimiento de un corredor tras finalizar una maratón, formé parte de un improvisado debate en el que se evaluaron riesgos y, a un tiempo, se cotejaron estadísticas sobre el porcentaje de casos que finalizan de un modo tan trágico. Y, como es natural, en aquella conversación había quienes opinaban que lo mejor era no someter el cuerpo a tensiones excesivas, no encender hogueras innecesarias, se dijo, mientras que otros esgrimían razones opuestas. De ahí a deslizarse sobre la piel resbaladiza del destino no hubo más que un paso. Y se dio. Lo que condujo a un sinfín de merodeos acerca de la diferencia entre poderes sobrenaturales (el denominado fátum o hado) y simples casualidades. Todo ello, naturalmente, sin dejar a un lado la participación humana en el desenlace final de cualquier acto, lo que sirvió para que un experto en citas sacara a relucir a Shakespeare: " El destino es quien baraja las cartas pero somos nosotros quienes jugamos". Si bien, hay que reconocer que la mayoría de los allí presentes opinaba que nuestra implicación en el juego es bastante precaria, lo que se intentaba corroborar con una comparación desigual: la imagen de un yogur que ya lleva escrito en el envase su fecha de caducidad.

Metidos ya en plena disputa, el siguiente paso fue clasificar los riesgos según las distintas modalidades deportivas. Así que allá nos fuimos detrás del corazón del ciclista, cuyo bombeo sentíamos acelerarse en cada puerto de primera categoría, hasta el punto de dejarnos unos instantes sin respiración, o del músculo del participante en la triatlón, un esfuerzo que, a casi todos, se nos antojaba un gasto excesivo. Además de los alpinistas que, acompañados de cuerdas, clavijas y mosquetones, desafían alturas sin más objetivo que el de aumentar su autoestima, o de los aficionados al rafting, paracaidismo, buceo o parapente, por citar algunos ejemplos.

Por ello, cuando estos días pasados ocurrió el trágico accidente del futbolista del Llaranes, muerto durante la disputa de un partido de fútbol, no pude menos de recordar la conversación que había mantenido hacía unos días. Cierto es que, según opiniones fundadas, existen lesiones difíciles de localizar, por muchos exámenes que se hagan (la mayoría de los deportistas jóvenes con patologías de riesgo son asintomáticos, tienen una exploración normal y presentan un excelente rendimiento deportivo). Sin embargo, y también según la opinión de expertos en estos temas, hay tres pilares fundamentales: el reconocimiento cardiológico, la instauración de mecanismos necesarios para una resucitación cardiopulmonar y desfibrilación sin demora, y, por último, la instauración de registros nacionales en los que todas las muertes aparecieran reflejadas.

El cumplimiento de tales medidas no asegura que se dejen de producir sucesos luctuosos. Pero no es menos cierto que daría más garantías a quienes ponen todas las semanas su corazón a prueba. Y, del mismo modo, y tal como dice el refrán: "todo tiene que ver con todo", urge que ya de una vez se acometa el debate pendiente sobre el reparto de la tarta del fútbol. No vale que haya unos pocos clubes que acaparen todas las ganancias en detrimento del resto. Que los equipos modestos tengan más dinero les dotaría, sin duda, de una mayor seguridad. Lo que implica, entre otros aspectos, disponer de recursos propios para poder afrontar mejor situaciones como las que comentamos.

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