La Nueva España

La Nueva España

Contenido exclusivo para suscriptores digitales

Dando la lata

Nunca

"¿Pero cuándo habrá un gobierno en España que apueste por una justicia que sea justa de verdad y por una educación de calidad?"-me preguntan. "Nunca"- respondí. Y así lo creo. Porque ningún grupo político español que acceda al poder echará piedras sobre su tejado. Un sistema de justicia bien organizado, con los medios necesarios y manos libres para actuar contra quien haga falta sería el mayor motivo de preocupación de un gobernante. De ahí que a la justicia española se la haya mantenido siempre en la inanición, dependiente en lo económico y controlada en su organización. ¿Qué político de este país con aspiraciones de llegar a lo más alto puede desear un sistema de justicia independiente, ágil y certero? Es como querer tener en casa un doberman que gruñe a la que te mueves y que te tira una destellada como te pases de la raya.

Y lo mismo sucede con la educación. Pues anda que no hay ejemplos de sistemas educativos que dan buenos resultados. Sin embargo, al político patrio eso de la educación pública de alta calidad le da repelús. Porque una población bien educada suele tener la molesta tendencia de no dejarse pastorear y se acaba poniendo exigente. Mientras la base del electorado esté compuesta en su mayoría por individuos principalmente preocupados por el fútbol, el "Gran Hermano" y los cotilleos, el político español puede mantener su posición de privilegio aún sin haber contraído mérito alguno para ello. Pero imaginen su triste porvenir en una sociedad libre y formada, consumidora de literatura, amante de las bellas artes, del teatro y la música clásica, motivada por la investigación científica, la filosofía y las humanidades. Una sociedad compuesta por personas educadas, cultas y con criterio propio. El infierno del prototipo de político español. Dense cuenta de lo que supondría algo así: qué porvenir tendría el clásico político de media bancada, el de la mitad de la lista. Y qué futuro aguardaría a los líderes actuales, que por no saber no saben ni hablar, que son más reconocibles por sus carencias que por sus virtudes. Para que se obre el milagro primero habría de darse que gente de la máxima calidad humana copara el poder político. Pero el sistema no está diseñado para que eso ocurra.

Compartir el artículo

stats