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A contracorriente

Tino Blanco, pasión interior

En recuerdo de un lavianés que trabajó por su pueblo y destacó en el Real Titánico

Toda su trayectoria estuvo presidida por el entusiasmo local en cualquier faceta pública, ya fuera cultural, recreativa, religiosa o deportiva. Y en esta última brilló con luz propia como secretario financiero del Real Titánico de Laviana, en la mejor época de la historia del club, años 50, una etapa de mucho esfuerzo y notables satisfacciones en aquellos tiempos del pundonor y la fuerza física. Y en este terreno deportivo Tino A. Blanco ejerció su cargo con maestría y eficacia siempre de la mano del entonces presidente Faustino Cuesta que le apoyaba en todo momento. La historia del club lavianés está escrita en la mente de este hombre sencillo, ameno y cuajado en muchas batallas dialécticas. Su amor por los colores rojiblancos era obsesivo al igual que los azules oviedistas, y desde muy joven participó en todo desarrollo deportivo para que el Real Titánico estuviera entre los grandes conjuntos de la región. Fue entrenador de juveniles, quedando campeón de Asturias en el año 1952 y forjando un equipo homogéneo y vencedor que marcó época por todos los campos del Principado y provincias limítrofes. Tino A. Blanco trabajó siempre con la filosofía de la calidad humana ante todo y la eficacia profesional como estandarte. Su base teológica -seminarios de Tapia de Casariego y Valdediós- se observaba en su condescendencia pública y en sus actitudes ante la vida. Siempre con la honradez por montera y la amistad como recurso cotidiano. Su parlamento, sus orientaciones y su humanismo cristiano forman parte de la esencia de esta persona buena en el sentido amplio del término. Y en sus prioridades tenía por amor afecto, aparte de su familia, a su íntimo concejo, a Laviana por extensión? Su mente privilegiada quedaba demostrada en las tertulias vespertinas, en los paseos matinales y en esos anchos encuentros cotidianos contando historias singulares y hablando siempre del presente y el futuro de su querido alfoz.

La muerte traicionera lo sentenció una mañana primaveral, con las primeras luces del alba. Él que vivía con intensidad la existencia y temía con horror el tránsito a la otra vida, apenas tuvo tiempo de despedirse de los suyos. La expiración por un problema pulmonar fue rauda y súbita. Y Tino A. Blanco con su vitalidad provecta dejó en su alacena particular un bagaje importante de enseñanza, una mochila cargada de sueños y todo un morral de sentimiento y amor fraterno. Sus paisanos del alma como Fray Zeferino González, Fray Ramón Martínez Vigil, Maximiliano Arboleya, Armando Palacio Valdés, Fray Francisco Javier Gorgonio Valdés Noriega o Emilio Martínez, entre otros personajes ilustres del municipio, a buen seguro que lo abrazarán con fervor en ese acercamiento bíblico del más allá?, siempre con la protección de la patrona la Virgen del Otero, de la que era un fiel devoto.

Con la desaparición de Tino A. Blanco se va una parte de la inteligencia local, un espejo donde mirarse las nuevas generaciones, un hombre animoso y una referencia de la bondad bien entendida. Vayan unas líneas quevedianas, su autor encendido, como postrero homenaje a un ser estimado y carismático. "Quiera amor, quiera mi suerte, que nunca duerma yo, si estoy despierto, y que si duermo, que jamás despierte."

"Más desperté del dulce desconcierto; y vi que estuve vivo con la muerte, y vi que con la vida estaba muerto"?

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