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Velando el fuego

La mercromina

El fracaso de la reindustrialización y el cambio de mentalidad en las empresas

Hace unos días, con motivo de la conmemoración del XX aniversario de la edición de LA NUEVA ESPAÑA en las Cuencas, se daba cuenta de un acto celebrado en Pola de Lena bajo el título "Las Cuencas un lugar para invertir". Lo protagonizaron cuatro destacados representantes del sector empresarial y del pequeño comercio, y, durante el mismo, se hicieron análisis y se aportaron soluciones para un futuro mejor. A primera vista, o mejor, a primera ojeada de periódico, la noticia parecía envuelta en un hálito positivo que podría conducirnos a pensar en una posible mejora de nuestras expectativas y, en consecuencia, de la consiguiente calidad de vida. Sin embargo, a los que ya hemos escuchado con demasiada frecuencia opiniones parecidas sobre el mismo asunto, nos sonaba más a un "deja vu", a esa expresión francesa según la cual lo que intentan vendernos como una novedad no es más que la repetición de un ciclo antiguo, o lo que lo mismo, la vuelta a usar el trillo de la demagogia que, en nuestro caso, ha conducido -no hace falta más que estirar un tanto los ojos para vernos rodeados de un paisaje de ruinas- a un fracaso absoluto: los famosos instrumentos de reindustrialización, entre tantas otras promesas incumplidas, hace tiempo que se han convertido en pecios que flotan en el océano de la frustración.

Además, y para que el revival sea completo, no ha faltado esa sempiterna alusión a "un cambio de mentalidad", una metamorfosis que podría indicar, conjugando la oración en pasiva, que si hubiera existido con anterioridad un ánimo distinto, las cosas podrían haber sucedido de otra manera. Como es lógico, no se especifica con claridad quién o quiénes tendrían que ser los protagonistas de esa transmutación, aunque no sería en absoluto descartable pensar -en otras ocasiones se ha matizado sin ningún rubor-, que se trataría de los trabajadores. Y, a un tiempo, me imagino que no resultaría difícil adivinar en qué tendría que consistir esa mudanza. Mas hubiera sido deseable que alguna vez se hubieran aprovechado comparecencias públicas similares para solicitar, de un modo firme, que el tal cambio de mentalidad se produjera también en la orilla empresarial: sólo con que empresas como Duro-Felguera hubiera tenido en cuenta de un modo prioritario los intereses de nuestra Cuenca, una parte de nuestra actual situación laboral tendría un tono menos borroso.

Ese mismo día -de nuevo funcionó la teoría de las "hojas comunicantes"-, en otra de las páginas de este diario, el presidente de la CEOE avisaba de la necesidad de aplicar reformas dolorosas y curativas, como la "mercromina", es decir, "de las que duelen, pero curan". Reconozco que leí la noticia repetidas veces, por ver si me había saltado alguna línea en la que se apelara a un "cambio de mentalidad", pero en vano. Si acaso, con cierto tono lírico, se apelaba a la imagen de las madres que usan esa medicina cuando sus hijos se caen y se hacen daño.

Debo confesar que después de un rato me quedé más tranquilo. En realidad, no existen muchos motivos de preocupación, me dije. La receta es bien sencilla: Te caes al pozo de la crisis durante un tiempo indefinido, vuelves a levantarte hasta que llegue la próxima catástrofe económica, y así sucesivamente. Mientras tanto, aprovechas para hacer una tabla de gimnasia que cambie tu mentalidad. Y, cuando te moleste mucho la herida, abres el tubo de mercromina, echas unas gotas del antiséptico y santo remedio. ¡Para que después digan que la Sanidad funciona mal en este país!

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