La Nueva España

La Nueva España

Contenido exclusivo para suscriptores digitales

Dando la lata

¿Dónde está el Presidente?

Veo a Miguel Ángel Revilla en el programa de Bertín Osborne y me pregunto dónde está nuestro Presidente. Y es que, al igual que las personas de corta estatura suelen estirarse para sacar partido de cada centímetro, los territorios pequeños y esquinados, geográficamente al margen de donde se corta el bacalao, están obligados a llamar la atención, a estar y mantenerse en el "candelabro", si no quieren ser intrascendentes. Cantabria tiene la fortuna de tener un Presidente que sabe vender su producto. No voy a entrar en valoraciones sobre la capacidad política y gestora de Revilla, más que nada porque la desconozco, pero me parece incuestionable su labor de promoción. Una labor radicalmente opuesta a la de nuestro Presidente Fernández, que más bien parece escondido en algún despacho. Trabajará arduamente, no lo discuto porque no tengo argumentos en sentido contrario, pero es evidente que, en lo que a promoción e imagen de Asturias se refiere, nada de nada. Cada poquito tiempo aparecen en las televisiones los máximos dirigentes de las comunidades autónomas. Excepto de la nuestra. ¿Dónde está el Presidente? No voy a reclamarle yo que se transforme en otro Revilla, no, porque la gracia, el salero y la verborrea le caen a quien le caen. Y a Fernández no le cayeron. Pero bueno, ni tanto ni tan calvo. Que nos pasamos la vida pidiendo mayor protagonismo para esta tierra y tenemos un Presidente prácticamente invisible y mudo. Según el parecer mayoritario de la parroquia, es guapetón y lucido -apreciación sobre la que, me disculparán, tampoco voy a entrar-. Pero silencioso a más no poder. Y los vecinos del este, por el contrario, tienen un Presidente tirando a feo, pero con una labia y un remango que ya los quisieran los adonis. Y en horario de máxima audiencia logra colocar un programa que más parecía un documental sobre las bellezas de Cantabria. Impagable.

Insisto en que nuestra pequeña dimensión, en todos los sentidos, excepto el histórico -que tampoco somos capaces de aprovechar-, obliga a los asturianos a hacer algo para que se nos vea. Si es que queremos que nos vean, que a veces lo dudo, a tenor de la pasividad general.

Compartir el artículo

stats