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Panza arriba

Cayo

Los políticos y las próximas elecciones generales

Me gusta hablar bien de los políticos municipales porque en este momento nadie lo hace. Bueno, de ningún político: ni locales ni nacionales. Y, con todo, conozco a muy buena gente entre ellos. Claro que mi optimismo es enfermizo. También conozco personalmente a un político, dos empresarios y tres funcionarios del banquillo del caso Marea. Y, también, seguramente en algún momento hablé bien de ellos. Pero es lo bueno del optimista, que recibe puñaladas y no sangra. Seguramente seguiré hablando bien de varios de ellos.

Viéndolos en la foto de portada del periódico y conociéndolos me pregunto: ¿están ahí por corrupción o por no haber pagado el soborno correspondiente para no estar? Una pregunta que también me hago sobre todos los que no están en la foto: ¿se libraron porque no fueron corruptos o porque acabaron pagando? Ya sabéis a qué se dedica Manos Limpias. Dime de qué presumes y te diré de qué careces.

Cuando Miguel Delibes escribió "El disputado voto del señor Cayo", en 1978, se palpaba otro espíritu para afrontar unas elecciones. En la novela, en Cortiguera, "pueblo encaramado sobre enormes farallones rocosos por cuyo fondo transcurre el Ebro", quedan tres habitantes: Cayo, su mujer sordomuda y un vecino con el que no se hablan. En el primer capítulo, tres jóvenes aprendices de político se dirigen al norte burgalés en busca del voto de Cayo.

Ese espíritu. Esas ganas de cambiar el mundo con cada nueva elección. Existía entonces. Volví a palparlo elección tras elección. Incluso lo encontré en las pasadas de diciembre. Y, a un mes de las nuevas elecciones, sé que volveré a encontrarme con esos ojos brillantes, ese verbo fluido, ese espíritu redentor. Quizás un poco más adelante. Aún es pronto. Una tarde tuve un acto en el que he coincidido con muchos políticos. Es otro tiempo. Han ocurrido muchas cosas. A nadie le brillan los ojos. Nadie habla más que de obviedades. Se palpa en sus caras que va a ser muy dura la redención.

Hace unos meses moría el exconcejal de Mieres Arcadio Villanueva, más conocido por todos como Cayo. Fue un buen ejemplo de un soñador para un pueblo. Apenas nadie le recuerda, pero sin la luz de sus ojos, sin su verbo encendido y sin su espíritu difícilmente tendríamos el Caudal magnífico a su paso por nuestra villa, el coto sin muerte, la ruta del colesterol o los árboles soberbios del parque Xovellanos que defendió a muerte. Se dice siempre: la política es muy ingrata. Que Cayo no tenga siquiera una placa que lo recuerde a la vera de su río, es un buen ejemplo de ello.

Por razones de trabajo me toca viajar todas las semanas. De concejo en concejo. De punta a punta. Y no paro de encontrar gente como Cayo. Sin necesidad de salir de Asturies. Concejales, pero también alcaldes. Como el de Bimenes, una isla, como él recuerda, rodeada del SOMA por todas partes. Como la alcaldesa de Ponga, a la que los correveidiles y mamporreros del alcalde anterior de Foro la insultan con pintadas soeces por las paredes. Como la de Teberga, que cuando llegó al pleno de investidura no sabía que iba a ser alcaldesa. Como tantos otros. De todos los partidos.

Todas las elecciones se parecen. Cuando las pierdes también pierdes la oportunidad de cambiar el mundo. Y se te queda la cara que se te queda. El mundo trata mal a los perdedores. Por eso soy del Betis. Porque saben perder por cinco goles con la misma dignidad y ganas de fiesta que ganar por uno. Queda un mes para estas próximas elecciones. Se necesitan soñadores. Se necesita gente del Betis. Y yo no puedo, que me jubilo en nada y marcho. Podéis preguntar por mí en Tánger. Lo más cerca.

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