Fue quien me introdujo en esto de darles la vara de vez en cuando desde las páginas de LA NUEVA ESPAÑA. Fue, y aún lo es, decano de quienes aquí escribimos y entrañable amigo de todos. Es además mi vecino de frente por frente, donde casi todas las mañanas le veo en pijama observar desde su balcón cómo anda el tiempo y si la peña se mueve por la calle, seguro que para saber si habrá de poner gabardina, abrigo, sombrero o chapela. Si chaleco o jersey, y el color de esa corbata que lleva como pocos. Son sus costumbres desde los años que le conozco, que son muchos. Hombre cordial y atento con todos, interesado por los problemas de su ciudad y los de sus paisanos. Conversador y referencia de tantos que habitual u ocasionalmente esgrimimos la pluma mejor o peor. A él acudimos muchos cuando tenemos una duda o necesitamos un consejo. Cronista deportivo desde tiempos inmemoriales, Fueyo II se ve impedido en estos momentos, y durante algún tiempo que espero sea breve, a tomar la pluma e ilustrarnos con sus conocimientos porque, hace unos días, ha caído en la calle y tuvo la mala suerte de romper el húmero que seguro soldará rápido, porque si no ya tengo fichada una autógena para tal menester. De manera que se nos ha ido a Avilés para estar cerca de su hija y recibir los aires del Cantábrico.
Desde su percance callejero hemos hablado en varias ocasiones en las que me ha explicado, como a su médico, dónde está la lesión y que le duele aquí y allá, porque el golpe ha sido considerable y está machacado como si le hubiera arrollado un mercancías. Pero contento -"me tratan bien", me dice-, y siempre de buen humor como David el Gnomo. Echando mucho de menos las cosas de aquí y sus incursiones por las oficinas de LA NUEVA ESPAÑA que seguro le hará llegar la Edición Cuencas desde la que Duke y Cía. le enviamos un fuerte abrazo. ¡Recupérate pronto, amigo!