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Desde mi Mieres del Camino

Turón, entre la inquietud ciudadana y el olvido

La denuncia del abandono del río, cubierto de maleza, desde La Felguera a Peñule

Sangra la herida y cuando supura es mayor el dolor. Turón, la zona en su día más poblada del municipio, aparte de la capital, vive momentos de inquietud ciudadana ante el olvido y la desidia de las administraciones públicas. Sin ir más lejos, según denuncia la asociación vecinal del barrio de San Francisco, el río que surca el valle, desde La Felguera a Peñule, se encuentra en una especie de estado selvático, con maleza a granel y de todas clases que puede provocar serios problemas ante posibles crecidas con inundaciones o atascos de puentes.

Un vistazo a la ruta, nada más pasar Figaredo, ya da cuenta de situaciones que hace años parecían incomprensibles. De pronto uno se encuentra con el campo Avaredo que en su quehacer anterior, sirvió de escuela de jugadores que realizaron un papel digno en el fútbol asturiano. Poco más allá, a las puertas de Peñule, el cierre hermético del Casino de Figaredo, en su día sede de grandes acontecimientos. Y salvada la pequeña población de este núcleo, los restos del pozo minero que llevó el nombre de la localidad por todos los frentes informativos. Sus viejas y desfasadas instalaciones parecen caducas y, sin embargo, hoy da la sensación de que se mueve cierta actividad, pero es difícil entender que se trata de algo relacionado con el prometido parque tecnológico.

Un par de curvas de la única vía de acceso y en Cabojal lo que queda de cierto parque de actividades deportivas y lúdicas donde también, visto desde la carretera, parece que crece la flora y el verde con bastante generosidad. De nuevo en ruta y de golpe La Cuadriella y su cantada zona de expansión industrial, con el más sangrante testimonio de lo que debió ser y no fue, una compensación en forma de reactivación económica a base de instalación de nuevas industrias. Allí figura todavía, bien plantado, el anuncio de "Diasa Europa" que viene a ser la única señal de una especie de fraude, con gran aparato inicial y posterior decepción humana y laboral. A su lado otros testimonios más o menos semejantes, aunque persisten dos empresas con el modesto montante de unos diez puestos de trabajo.

Un bien marcado plan para el tráfico rodado te lleva, sin más, al actual barrio de San Francisco -del viejo, condenado durante muchos años, vale más no hablar- y de allí hasta el problema que hoy ocupa el meollo de este trabajo. Pero antes aparece la imagen del antiguo pozo minero de San José que, al igual que el Santa Bárbara de la Rabaldana, presenta tintes de interrogante sobre su uso y futuro, con un letrero, en una de sus instalaciones complementarias, que parece decir "fuco", como si se hubiese comido la "mi". Pero no, se trata de un juego de colores. Y ello significa que aún con el interrogante de si está al cien por cien de su actividad, todo indica que se mantiene cierto nivel con vistas a los cursos de formación profesional de los jóvenes.

Por fin el encuentro con la demanda del principal objetivo del reportaje. La presidenta vecinal de San Francisco nos lleva hasta el puente de acceso, desde la carretera principal, a la citada barriada. Una simple mirada desde la barandilla, a derecha e izquierda hace adivinar que, por arte del ruido, al fondo debe discurrir el río Turón. Y es que no queda más salida que quedarse un tanto asustado ante la maraña de una maleza que va desde la simple mata hasta grandes arbustos -qué digo arbustos- auténticos árboles que cubren por completo el cauce formando una especie de túnel cubriendo por completo las orillas y trepando por las paredes de edificios donde se descubren viviendas aparentemente vacías y medio abandonadas y otras donde aún se mantiene el latido de la vida cotidiana. Poco falta para que alguna de esas agresiones vegetales alcance las altos frontales de los estupendos edificios que hoy conforman el moderno barrio de San Francisco en Turón.

Rosa Amor Álvarez, máxima responsable de la asociación vecinal, acompañada de su vicepresidenta, María Luisa González, es, en su expresión, determinante y tajante. "Hemos recurrido a la administración pública, sabemos que este asunto depende de la Confederación Hidrográfica del Norte, pero nadie nos hace caso. El barrio, lo mejor que tiene Turón en estos momentos, con sus trescientas cincuenta viviendas, la mayoría ocupadas por familias que desean seguir viviendo aquí, no merece este tratamiento. Por ello denunciamos reiteradamente, ahora a través de los medios de comunicación, el problema. Desde La Felguera hasta Peñule, donde el año pasado se realizaron algunas obras del limpieza, el cauce del río Turón se encuentra en tal estado que parece una auténtica selva.

Este problema que, al fin y al cabo, es subsanable con una buena dosis de voluntad obligatoria, por parte de los estamentos públicos responsables, viene a ser un detonante más del abandono en que se encuentra todo el valle, desde que se inició el declive minero con el cierre total de sus explotaciones y el negativo efecto de las aportaciones compensatorias, en forma de creación de empleo de los fondos mineros.

Porque, dicho sea una vez más, en tiempo y forma, el valle de Turón resultó ser, en su época dorada, un auténtico foco de actividad a todos los niveles, puesto que a la sombra del paraguas hullero destacaban otras actividades como la hostelería, el comercio, las fiestas y los servicios, convirtiendo la zona en el segundo punto fabril del municipio, tras su propia capital, al llegar a más de veintidós mil habitantes, cuando en estos momentos no sobrepasan los cuatro mil.

¿Qué subsiste en la actualidad? Al menos la inquietud de sus gentes que mantienen algunas plataformas en funcionamiento aunque sea a base de medios precarios, caso de Mejoras del Valle, por cierto una plataforma que hizo alguna gestión sobre el problema sin resultados positivos, el movimiento ciudadano y el atrevido y atrayente programa de actividades del ateneo turonés, donde, al igual que en otros frentes, todo funciona a base de la entrega desinteresada de algunos líderes y grupos del pueblo que se resisten, sin más, al apagón total de vida de una zona que vio las hierbas crecer, en sentido simbólico, no como ahora crece y crece la maleza en torno a las márgenes de su río, haciendo casi posible que uno tenga que imaginar su existencia. Y una ausencia más, sentimental y nostálgica. A la puerta de la Librería Baquero ya no está el recordado Manolito. Un síntoma inequívoco de la realidad actual.

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